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°A veces –por no decir siempre– a MinHo le costaba levantar su delgado cuerpo de la cama. A veces era impresionante como las sábanas agarraban sus extremidades y se negaban a soltarlo, a veces la luz del día nisiquiera se dignaba a entrar por las ventanas. O quizá sí lo hacía, pero Lee sólo se fijaba en aquel rincón oscuro, solitario y frío; le recordaba a él, tan vacío e incoloro, tan gastado y sin ningún encanto.
—MinHo, se te hará tarde —la voz de su madre inundó el lugar y a los oídos de Lee sonó demasiado lejana. —¿Me oíste? —la mujer apareció por la puerta y ladeó su cabeza de manera confusa.
—Ya voy —dijo de manera inconsiente, dándose de cuenta que sus palabras sonaban incluso peor de lo que recordaba.
La mujer se retiró dejando antes un frasco de pastillas sobre el velador y MinHo se las quedó viendo. Parecían piedras blancas pero no de esas piedras preciosas que uno veía de vez en cuando, eran como piedras pintadas de blanco artificialmente. Piedras que seguro avergonzaban de ellas mismas y se ponían una capa protectora para aparentar otra cosa, pero seguían siendo igual de horribles como antes, seguían siendo él.
Se levantó y vistió a duras penas. Eran las seis de la tarde, pero en su mente siempre eran horas de descansar, porque el cansancio parecía llover del cielo o incluso a veces aparecer de la nada sobre sus hombros.
Prendió marcha con su mochila sobre sus hombros hasta afuera de su hogar, prefirió caminar todas esas largas cuadras a subirse a un autobús infestado de gente gris murmurando y riéndose de él. O tal vez no reían de él, quizá su mente era demasiada centrista y todas las cosas malas parecían ir dirigidas hacia él a pesar de que no lo fuera, pero prefería guardar sus pensamientos como si se tratara de un pequeño niño que debía cuidar, como un hijo indeseado que se veía obligado a resguardar en su hogar o en este caso, resguardar en su cabeza.
Cuando llegó finalmente a aquel local de café entró sin más, haciendo una automática reverencia hacia su compañero de turno; SeungMin.
—¿Qué tal la vida? —preguntó Kim, dejando una bandeja color plata sobre el mostrador.
—Como una montaña rusa que sigue sin repararse —se quejó el mayor de ambos, dejando su mochila en una de las sillas detrás del mostrador. —¿Qué tal tu vida?
—Como una montaña rusa andante —el pelirrojo rió un poco mientras mantenía su vista sobre el mayor. Se veía algo perdido e inexpresivo. De todos los años conociéndolo siempre había sido así, pero ese día se vida distinto o su interior le decía que algo le pasaba en especial.
La campanita del lugar sonó, dando a entender que un nuevo cliente se asomaba, chico que recibió la atención de SeungMin y parte de lo que quedaba de MinHo.
El rostro del desconocido no se apreciaba del todo, ya que llevaba una gorra y un cubrebocas. SeungMin pensó que podría llegar a ser un asaltante pero esa idea despareció al instante en el que el chico quitaba aquel cubrebocas de su rostro y calentaba sus manos con su boca.
Lee se sentía extraño. Extraño en modo de confundido e inconcluso. Aquel chico se vida distinto a toda aquella ola de gente gris, ese chico se veía con tonalidades de colores, hermosos colores adornando su entorno y SeungMin pareció captar que Lee no le quitaba los ojos de encima.
—¿Por qué no vas a pedirle la orden? —preguntó Kim y codeó el brazo del más bajito justo después de que Han se sentara en una de las mesas cercanas a la entrada y salida del local.
MinHo miró extrañado a Kim ante aquel golpecio y restándole importancia al acto cometido por su mejor amigo tomó un libretito y su respectivo lápiz para poder acercarse a aquel raro extraño.
—¿Desea ordenar algo? —las palabras de MinHo por primera vez en mucho tiempo salieron bien a oídos de Lee; por primera vez en mucho tiempo sintió que su voz parecía salir de manera decente de sus labios.
—Ah, sí —JiSung miró al chico y sonrió a este justo cuando leyó la placa que decía el nombre del susodicho. —Lee MinHo.
Min parpadeó un par de veces algo extrañado, ¿quién en el siglo veintiuno se tomaba la molestia de leer la placa de un empleado? Restándole importancia a aquel acto también –como solía hacerlo con la mayoría de cosas en su vida–, le devolvió la sonrisa de manera insegura y Han sólo rió.
—No tienes que sonreírme si no sientes la necesidad de hacerlo —dijo y finalmente volvió al tema. —¿Me anotarías un café con leche, por favor?
MinHo se limitó a asentir y escribir con nerviosismo sobre aquella libreta que tenía puesta, poniendo también al lado el número de mesa que tenía el chico.
—Gracias.
—Gracias a tí —y le sonrió el mayor, ahora de manera casi segura.
834 palabras.
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ç'est bien | minsung / hanknow
Fanfiction彡 -', Donde Lee MinHo sufre depresión, mas sus días cambian cada vez que Han JiSung aparece a regalarle una sonrisa. Historia corta. Diez capítulos + epílogo. Aclarar que no hay activo ni pasivo. Final feliz. Lo juro;;