Cuando Amy y él se acercaron al grupo, la gente a su alrededor se percató de su presencia y comenzaron a silbar y aullar con más insistencia, le animaban para que diera “lo suyo” a Jack sin revelar su nombre y haciendo insinuaciones de doble sentido, los chicos y las chicas que les rodeaban le daban palmaditas en la espalda, chocaban sus palmas con él, y se reían con anticipación por la broma que le estaban gastando a su capitán. La gran mayoría de ellos eran buenos compañeros de clase y había compartido muy buenos momentos con ellos, así que no pudo evitar entrar al trapo y contagiarse del buen humor del momento, sobre todo pensando que, al fin y al cobo, todo era una broma.
Amy cogió de la mano a Ryan para guiarle entre la gente que esperaba alrededor de la puerta del armario. En ese momento le entraron ganas de negarse a seguir con la broma cuando tuvo cerca a Jack, en frente de ellos. Estaba con los ojos vendados y los brazos en alto esposado a la barra dentro del armario. Por debajo de la venda podía distinguir los carnosos labios que dibujaban una sonrisa nerviosa, evidenciando que no sabía muy bien por dónde iban los tiros.
Amy se acercó a Jack y pasó repetidamente la mano en frente de sus ojos para comprobar si veía algo. Satisfecha, se giró y dio un par de palmadas para llamar la atención de todos.
—De acuerdo. El juego consiste en que Jack se quedará aquí encerrado durante diez minutos y disfrutará de las atenciones de su pareja, las que ella le quiera dar, y luego tendrá que adivinar quien ha estado con él encerrado dentro de este armario.
Este juego sexy y atrevido que en tantas fiestas estudiantiles había hecho felices a muchos “lanzados” cada vez le estaba pareciendo más a Ryan una tragi-comedia. Esperaba que a Jack le resultara más comedia que “tragi”; a él sí que no le iba a hacer gracia irse a casa con un ojo morado como querían Mike y sus chupapollas.
Mientras Amy explicaba las “normas” del juego Ryan se había colocado justo en frente de Jack, apoyado en la pared con los brazos cruzados sobre su pecho. Podía ver claramente que el otro estaba algo nervioso, aunque se reía con los comentarios insinuantes que soltaba Amy, movía su peso de un pie a otro dejando clara su impaciencia.
Antes de que su amiga le dejara a solas con Jack dentro del armario se acercó a él y chocó sus nudillos con Ryan para desearle suerte, después salió por la puerta entre vítores y aplausos. Ryan saludó a todos tocándose la frente con dos dedos en un burlón saludo militar.
Cuando se cerró la puerta y todos los sonidos quedaron del otro lado, los dos ocupantes del armario pudieron oír con claridad como echaban la llave del otro lado de la puerta. Ryan tuvo que hacer un esfuerzo para no jurar en voz alta. Y Jack giró la cabeza hacia la puerta como si pudiera taladrar con su mirada al que se hubiera atrevido a encerrarle allí sin consultar. Aunque después de la venda en los ojos y las esposas, lo que viniera poco importaba. Mientras Jack se lamentaba agitando su cabeza con pesar, Ryan lo observó más de cerca.
La escasa luz que arrojaba la bombilla desnuda que colgaba del techo creaba un juego de luz y sombras sobre el rostro y el cuerpo de Jack. Los brazos alzados ocultaban parte de los rasgos de su cara además del pañuelo en sus ojos, pero Ryan no podía ver ningún gesto de disgusto excesivo allí, tan solo la intranquilidad de no saber qué esperar.
Ryan se fijó en el tatuaje que rodeaba el bíceps izquierdo de Jack; se lo había hecho el verano pasado y eran unas ramas de espino entrelazadas que abarcaban el contorno de su brazo y del que brotaban un par de delicadas pequeñas flores de color rosado, muy discretas, pero a las que Ryan les atribuía un significado emocional. Nunca se había atrevido a preguntarle a Jack lo que significaban. Y estaba seguro de que se iba a quedar con esa duda para siempre.
En ese momento Jack habló.
—Nena, no sé quién eres, pero Amy no ha dicho nada en sus reglas de que no puedas quitarme la venda de los ojos. Acércate y ayúdame con eso, luego nos tomamos nuestro tiempo para hacer lo que quieras.
Ryan estaba seguro que si hubiera sido una de las chicas hubiera corrido para hacer lo que Jack le había pedido. Quería pensar que tenía más resistencia a los encantos de Jack de lo que lo tendría una de las niñas. La voz de Jack era preciosa; fuerte y segura, y envió escalofríos de placer por todo su cuerpo haciéndole temblar. Pero conociendo lo que se jugaba, Ryan guardo silencio con algo de esfuerzo.
En cambio se acercó aún más al cuerpo de Jack, estaba tan cerca que podía olerlo y sentir el calor que desprendía. Le llamó la atención la franja de piel que quedaba al descubierto en el vientre del chico, por encima de la cintura de sus pantalones medio caídos. Jack llevaba unos bermudas y una camiseta deportiva de tirantes, ambos de color verde oliva, y unas chanclas en sus pies.
Al estar con los brazos arriba, la postura hacía que los pantalones cayeran más sobre sus caderas y la camiseta alzada dejaba ver algo más que el precioso ombligo de Jack. Sin poder resistirse Ryan estiró su mano derecha y pasó su palma por el costado desnudo de Jack. Aunque se sobresaltó un poco el chico no se apartó ni se quejó, lo que animó a Ryan a continuar con la caricia. Movió su mano del costado hacia delante para acariciar con el dorso de sus dedos el escaso vello oscuro que crecía en el abdomen de Jack y que descendía para meterse debajo de la cinturilla de sus pantalones. Después de jugar ahí unos segundos, retrocedió con su mano hasta la parte de atrás acariciando de nuevo el costado y pasando la palma de su mano abierta por la baja espalda y más arriba, debajo de la camiseta, para explorar suavemente los músculos bien formados de esa parte del cuerpo de Jack.
Ryan sintió con satisfacción el escalofrío de placer que recorrió su cuerpo. O eso quería creer, ya que el estremecimiento de Jack vino acompañado de un suave gemido que escapó de sus labios.
El mariscal de campo estaba en el juego, Ryan intuía que era un total hedonista y que sin duda disfrutaría del placer de las caricias y los besos que recibiera de su pareja. Además sabía que tampoco haría un feo a cualquiera de las chicas que se hubieran metido con él en el armario. La mayoría eran amigas desde hacía tiempo, al igual que Amy y los otros chicos; el grupo de estudiantes llevaban juntos casi desde la infancia. Eran amigos y compañeros y por esa razón Jack se estaba dando el gusto de disfrutar del momento.
Ryan solo podía imaginar lo que iba a suceder cuando se diera cuenta que su pareja no era ninguna de las chicas. Sobre todo quería saber, por fin, si Jack le rechazaba porque era gay o simplemente porque no le caía bien.
Jack estaba confiado, gozando del toque caliente de las manos de Ryan en su espalda. Tenía girado el rostro a un costado, justo del lado donde se encontraba Ryan. Parecía como si estuviera intentando utilizar el resto de sus sentidos para conseguir averiguar quién era la persona que lo acompañaba. Cuando Ryan retrocedió con sus dedos hasta la cintura del chico y bordeó con su caricia la piel expuesta sobre la cinturilla del pantalón, Jack se estremeció de nuevo y tuvo que afirmarse mejor sobre sus pies.
Estando tan cerca de su cuerpo, Ryan no podía evitar sentir el calor que desprendía y el olor en su piel. Olía a leve sudor limpio y al cloro de la piscina, a sol y a champú.
Había decidido antes de entrar en el armario que no le robaría a Jack ningún beso sin su permiso, pero en ese momento no pudo evitar fijarse en el intrincado tatuaje en el brazo de Jack y en un impulso y sin pensarlo mucho, se inclinó y sacando la lengua lamió con gusto la piel salada de Jack; con un erótico trazo, dibujó el perfil del diseño de espinas y flores, terminando con un mordisco de sus dientes que hizo respingar a Jack. Su propia acción lo excitó demasiado y tuvo problemas para evitar lamer más de la piel de Jack.
El quarterback estaba a la expectativa y cuando Ryan retrocedió alejándose de Jack para poner distancia entre ellos, gruñó por la pérdida de la cercanía.
—No te vayas, quítame la venda de los ojos, quiero verte.
Antes de decidirse a hablar, Ryan se colocó alejado de Jack, apoyado en la pared de enfrente. Sus pulsaciones aumentaron.
—No creo que realmente quieras verme. Seguramente no te voy a gustar. Soy moreno
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EN EL ARMARIO
RomanceRyan Love se convirtió en el centro de atención de su escuela cuando un par de años atrás anunció que dejaba el equipo de fútbol americano, y que era gay. Estaba harto de las especulaciones y de esconderse para ser quien era. Para Ryan lo más import...