0.4

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Canción: only one

0.4 El platero

Una semana más tarde.

—Arno, no es por molestar pero, ¿te gustaría contarme donde estamos yendo? Es decir, vengo siguiéndote desde hace una hora— habló Lizbeth mientras lo observaba y luego giraba sobre sus talones para ver hacia atrás caminando de espaldas.

—estamos cerca, no desesperes— le respondió el mayor mientras se detenía, miró hacia adelante, estaban en uno de los muchos túneles que salían de las alcantarillas, Arno giró hacia la derecha y siguió su camino, Lizbeth lo observo y corrió hacia el, suspiró antes de subir unas escaleras junto a él.

—¿la corte de los milagros?— observo el lugar, Arno miró hacia todos lados hasta que vio un sitio particular que llamó su atención. Tomó el brazo de Lizbeth haciéndola caminar con él. —se más delicado ¿si?

—no creo que seas el tipo de dama a la que se trate delicadamente— sonrió y respondió él mientras la observaba, Lizbeth abrió su boca mirándolo, se soltó de su agarre y cruzó sus brazos con firmeza, Arno no pudo evitar reírse ante aquello. Ambos entraron al lugar, era parecido a un taberna, pero con el detalle de que era un poco más lujosa.

—¿y esto?— susurró caminando, aún que volvió un paso atrás cuando vio que una jovencita corría hacia ella. —wow...— susurró al esquivarla, miró donde ella había ido solo para luego encontrar a un hombre quien la seguía queriendo atraparla, miró hacia Arno señalando a esos dos.

—no te separes de mi— sus ojos oscuros fueron hacia Lizbeth, quien asintió rápidamente y caminó junto a él en silencio, observaba el lugar, la gente parecía ¿feliz? Estaban de fiesta parecía, había música y tanto hombres como bebían, Lizbeth acomodó sus ropas antes de escuchar una voz bastante familiar.

—ah...llegan Justo a tiempo para el comienzo de mi reinado— los ojos de Lizbeth fueron hacia el nombre que reconoció enseguida, el marqués de Sade, quien estaba acostado en uno de los sillones, tanto Arno como ell se acercaron.

—¿tu reinado?— preguntó Arno, la menor lo observo extrañada, el hombre quien hablaba con superioridad estaba tan cómodo en aquel sillón de seda gastado y mugriento no dudó en contestar.

—mientras haya una corte de los milagros, necesitaremos un rey de los mendigos. Puesto que parece existir una vacante, me postulé— le habló el Donatien con una sonrisa en sus labios que podría ser demasiado arrogante para el momento.

—con gran presteza, su cuerpo aún no está frío— la voz de Arno tenía cierto sarcasmo, Lizbeth lo noto desde un principio y de hecho eso la hizo estar alerta por si necesitaba intervenir entre ellos dos.

—puede que haya actuado con cierta anticipación, quizá cuando llegaste por primera vez a la corte.

—me usaste— contesto el asesino francés, dando unos pasos hacia el individuo que ahora se ponía de pie. La menor tomó su brazo para así mantenerlo al margen, Arno volvió la vista hacia la pequeña americana que tenía a un lado, ella con sus ojos le dijo que no, que se calmara, que no hiciera algo que no debía.

—¿tu objetivo está muerto? Nos usamos mutuamente— le respondió el marqués mirándolo fijamente, Arno enseguida desvió su mirada, Lizbeth soltó su brazo antes de hacerse a un lado, los tres observaron una cabra pasar.

Assassins Creed: RevolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora