Tenía la mirada sumamente fija en mis pequeñas botas de cuero, quienes golpeaban a cada paso que daban las hojas caídas a causa del otoño. Mi mente estaba en blanco, no había otra cosa más que pudiera pensar. Me intrigaba saber que pensaría mi madre al no verme comiendo helado en la mesada del comedor, pero no tenía mi celular a mano para atender sus recientes llamadas; odiaba que se preocupe, pero quería salir a despejarme y sé que no tendría su aprobación para eso, no dejaría que salga sola. Desde que todo había pasado, mi estabilidad emocional no era la misma; ya me había acostumbrado a los frecuentes ataques de ansiedad o llanto, aunque siempre que pasaban, parecían la primera vez.
Era una pena que este parque nunca se haya terminado de construir, no entiendo que sucedió para que el municipio decidiera no seguir con el proyecto. Tras una pequeña entrada que había entre tantos árboles de gran tamaño, se hallaba mi lugar favorito en el mundo. Me sorprendía lo rápido que fue cubierto este lugar, por alguna extraña razón, el municipio no quería que nadie volviera a saber de su existencia. Yo encontré este parque por error, Thunder era realmente escandaloso y siempre corría tras esas plantas para luego volver hacía mí; pero ese día, él no volvió. Comencé a correr buscándolo, y tropecé cayendo sobre plantas que formaban una fila, cubriendo todo el sendero que me guiaba hacía uno de los parques más conocidos de la ciudad, pero nada superaría el parque al que me guiarían esas plantas. Caí sobre un césped cubierto por hojas con un tono cálido, y al levantar la vista lo vi junto a una chica que estaba de rodillas junto a él, acariciándolo y tirandole una ramita cada tanto para que la busque.
Suspiré, Thunder hoy no se encontraba conmigo. Caminé lentamente, dejando atrás algunos faroles que gracias al interruptor en una de las columnas del parque podían encenderse. Me senté en una banca, la misma banca donde ella se sentaba cada tarde a leer un libro. Suspiré nuevamente, realmente sentía un vacío en el pecho que me gritaba con fuerza que debía llorar, pero no lloraría donde todo empezó. Giré hacía un árbol que tenía grabadas nuestras iniciales, sonreí.
- Realmente no quiero llorar, no dejes que lo haga. - Susurré mirando fijamente nuestras iniciales.
- Realmente no veo que algo te lo impida. - Su voz retumbaba en mis oídos.
- No lo hagas, no juegues conmigo otra vez. Tú no eres real. - Cerré mis ojos.
- Tienes razón, no lo soy. - Tomó mi mentón y dirigió mi mirada a la suya. La imagen de aquella ojiverde sentada a mi lado, con auras azules decorándola, me observaba fijamente - Pero eso no quiere decir que yo no esté aquí.
- ¿Por qué haces esto? - El nudo en mi garganta y los fuertes latidos no eran una buena combinación, no en esta ocasión.
- Camz, me preocupa lo que observo cada día. Veo a la chica más hermosa del mundo con su cabello descontrolado mientras come helado en su comedor, a esa chica le caen cientos de lágrimas y esa chica llora aún más cuando su madre entra en la habitación. Esa chica eres tú. - Dice con una expresión triste en su cara.
- Te extraño. - Admití tratando de abrazarla, sin embargo, su aura azul impide mi toque.
- Yo también lo hago, Camz.
Niego con la cabeza.
- Realmente no puedo, Lauren. No puedo fingir que no quiero verte, cuando quiero hacerlo todos los días. Pero tampoco puedo soportar que pase esto, tú no eres real y lo único que causas es que quiera lanzarme hacía tí y abrazarte, sentir tu rico perfume y perderme cada día más en tus ojos. Pero no estás, y es tan triste saber que nunca volverás a estarlo. - Comencé a gritar en su dirección, sintiendo que por cada frase me ahogaba. Estaba perdiendo el aire y sin darme cuenta, caí; pero ella me tomó.