Fall Rain

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Era increíble. Para Lauren era imposible entender el como un par de horas cambiaban toda su perspectiva. Cuando la brisa aparecía, y todo a su alrededor se volvía más puro. Mientras su pelo descontrolado por el viento acompañaba los leves pasos que ella daba. Y desde donde de lejos, se escuchaba algún que otro grillo. Pero para la ojiverde era la combinación perfecta.

Lauren siempre quiso tener el poder de desaparecer a las personas, aunque sea por un rato. Poder salir sin tener miedo, sin sentirse incómoda, sin estar completamente insegura de sí. Y había días como estos, en el que luego de que la lluvia adornara los cielos, nadie salía de casa. Ahí es donde ella entraba, enfrentando la posibilidad de perder la palidez de sus mejillas por el frío que hacía impacto contra su rostro. Y jugando suavemente con el anillo que posaba en su dedo anular.

El verde extenso a su alrededor. No importaba cuántas veces lo hiciera, ella caminaría una y otra vez por el mismo parque; siempre y cuando la luz de la luna la acompañe en su recorrido. Con un movimiento rápido, el frío tacto de sus dedos se posó sobre el beanie que adornaba su cabeza. Color Rubí, que junto a la oscuridad de la noche y el brillo de la luna, formaban un color Sangría ante los ojos de la gente. O tal vez, eso era ante los ojos de quién posaba aquel beanie amarillo. Que ante los ojos de aquella ojiverde, se conformaba mostaza. Pero no importaba el color que adornara el beanie, no cuando podías perderte en el marrón sin fondo que la miraba fijamente.

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Un suave canto. Era así como despertaba cada mañana, escuchando el bajo canturreo de los pájaros. Era difícil que alguien pudiera ponerse de tan buen humor cuando se interrumpe su sueño, pero no imposible. Pues para esta jovencilla, siempre había una excepción ante las cosas. Más cuando se trataba de su época favorita del año, otoño.

El ruido de sus botas retumbaba por el suelo de su habitación. Sus pasos intentaban ser lo más silenciosos posibles, pero todo esto con cierta torpeza. Sería una pena que alguien en la casa despierte, sin tener voluntad alguna de hacerlo. Silenciosamente bajó las escaleras, tomó un trozo de pan de libro, y su mochila color Carmesí.

Y era increíble. Camila no podía explicar lo bien que se sentía. Abrir la puerta y sentir el abrazo de la suave brisa de otoño, el leve impacto de los rayos del sol que no pudieron ser opacados por los árboles contra su rostro, y el crujido de sus botas contra las los distintos tonos marrones de las hojas caídas. Era simplemente, una combinación perfecta.

Y así caminó. Entre todos esos colores cálidos, y entre esas tantas melodías que le iban a juego. El amarillo tapando lo blanco de sus auriculares, y disimulando los mechones salvajes que podría haber bajo el. Kiss Me sonando de fondo, y su tarareo presente por encima de la relajante voz de Ed. Pero ella iba segura, aún era muy temprano para el gusto de la gente.

Sin embargo, sonrió. Entre una aceptable distancia, la morena lograba ver el movimiento de un rojo, uno casi tan parecido al Carmesí que posaba en su espalda. Y ese rojo comenzó a moverse de nuevo, y de nuevo, y de nuevo. Pero frenó en seco, pues el rojo formaba parte de una adolescente que se sentaba a las orillas de una pequeña escalera de por ahí. Y no importaba la rara e inevitable curiosidad de la morena por saber que es lo que ella hacía allí, no cuando el verde conectó con su mirada. No cuando ambas podían perderse fácilmente.

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Y el verde, trató de saludar bajo la brisa de la noche y la luz de la luna. Y el marrón, trato de hacer lo mismo entre los rayos del sol que traspasaban las hojas de los árboles. Y el rojo y el amarillo despertaron, pues otra vez era ese tonto sueño con la chica del beanie.

Y entre pasos torpes, cada una se dirigió a la ventana. En el medio de la noche, con el sonido de las gotas retumbar contra el techo. Con la luna alumbrando a través de la ventana. Pues era tan solo eso, una lluvia de otoño entre el medio de la brisa de la noche.

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