Kamado Tanjiro No Uta

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Agatsuma siempre creyó que las personas eran la suma de los acordes de su propia naturaleza, tocando a la par una canción única y por lo tanto especial.

A veces las notas eran altas, otras eran demasiado bajas que debía aguzar su de por si oído desarrollado.

En sus pasos, en sus gestos, en el latir de sus corazones podía oír la melodía que resguardaba con fervor cada persona.

Porque sin importar la re vestidura que portasen, cada ser vivo llevaba consigo la canción que le había formado, que les había hecho continuar o rendirse. Ya que dentro de esa melodía triste o cálida venía la suma de sus virtudes y proezas como la de sus miedos y pecados, la paz y la guerra constante, la perdida y la esperanza que se aferraba a no morir para ver un nuevo amanecer.

Era en ciertas ocasiones la fuerza que instaba al hombre a mantener la cabeza alta a pesar del miedo que empezaba a flaquear al cuerpo y por ende la espada que sostenían sus manos. Porque él mejor que nadie sabía reconocerlo siendo que la mayor parte de su vida pudo oír el grito de su espada cuando el miedo le instaba a tiritar en silencio mientras la desenvainaba con fervor.

En el rostro apacible y senil de Zenitsu se formó una pequeña sonrisa, sus ojos brillaron al ver el recuerdo de su juventud. Porque a pesar de los años, en aquel cuerpo lleno de cicatrices y arrugas seguía vigente la promesa que alguna vez hizo, a pesar de no estar completamente seguro en ese entonces y su cuerpo temblaba de miedo.

Porque hasta un cobarde como él no podía hacer los oídos sordos al escuchar tal tonada.

Era suave, cuál susurro, como el recuerdo de la nieve al caer en un eterno invierno. Y dentro de ella la meliflua voz entonando la trágica canción.

—Tan triste... —musito para sí mismo con el semblante dolido, al recordar la primera vez que se conocieron. "No, no fue así" trato de corregirse siendo que la primera vez que se vieron estaba tan asustado que no pudo pensar en otra cosa más que en sí mismo. Aun en esa fría noche seguía sin entender como había sobrevivido en aquella lastimera y áspera montaña. Una muestra innegable, de que sin importar la negligencia del alma humana siendo opacada por el deseo furtivo, era el cuerpo más razonable al instarle a sobrevivir.

Las chispas del fuego bailotearon frente a sus ojos. Como una danza meramente hecha para él.

¿Cuantas veces le vio bailar en medio de la agonía?

Tanjiro Kamado era sin lugar a dudas el hombre más testarudo que pudo haber conocido alguna vez, siendo qué, sin importar el dolor de las heridas se mantenía firme con la espada en manos, bailando bajo el compás de una trágica melodía.

Y así, por primera vez Zenitsu Agatsuma pudo ver lo imposible volviéndose realidad en la mirada apacible del que sería uno de sus mejores amigos y compañeros.

Agua y Fuego uniéndose en la ráfaga de su propio aliento, aquella que otorgaría descansó eterno a las pobres almas.

Porque sólo aceptando el dolor y la debilidad del corazón que tenía frente a él hasta mutar en aquel desgraciado ente podría hallar salvación no sólo para su misión, sino también para sí mismo y su hermana.

Rojo y naranja, jugando entre la oscuridad de la pequeña choza, una de las tantas que fue construyendo cerca de las ciudades que en su juventud cuando observo sus pasos cada vez más pesados.

Ahí, sentado cual niño pequeño, abrazo sus piernas mientras delineaba entre las chispas la silueta de la persona que más amo.

—Nezuko-chan... —susurro en solitario, mientras la nieve no dejaba de caer, ¿Cuantas personas había perdido? Su maestro, sus superiores, sus amigos, todos y cada uno desenvainando la espada con honor, integridad y convicción, aquella misma que les impulsaba después de haber conocido en carne propia lo que era pérdida, en pos de hacer un mundo mejor, donde la sangre y la muerte ya no fuese una opción.

Kamado Tanjiro No Uta【Zenitsu x Nezuko】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora