Capítulo 4: La Angustia

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Una semana después, Emilia seguía muy angustiada, lloro demasiado esa noche. Mientras los papás dormían, Julián se acercó a la habitación de su hermana. Él, le contó que sabía de su adopción pero que no pudo contarle nada. 

Los chicos fueron al colegio, en el recreo siempre se juntaban a comer y charlar acerca de lo que hicieron en las clases. 

—¿Por qué solo estás con tu hermano? -dijeron unas compañeras de Emilia, Francisca y Martina. 

Ellos se levantaron de donde estaban para irse. 

—¿Porque no te juntas con los demás? -las chicas seguían insistiendo -¡Contestanos!-. Ellas seguían a Emilia, no paraban de molestarla.

 —¡Dejen de molestar a mi hermana de una vez!-dijo Julián cansado de la situación. Entonces las compañeras se alejaron y dejaron de molestar.

Julián se va con Emilia a las escaleras que dan al patio y se quedan ahí un rato hasta que termina el recreo. Sus papás seguían peleados y preocupados,por eso el padre se cansó y decidió mudarse a otro lugar no muy lejos de sus hijos. Y acuerdan separase por un tiempo, para pensarlas cosas e intentar mejorar su relación. 

Nada cambiaba, nada mejoraba, todo está exactamente igual que cuando empezó. 

Ella se la pasaba triste todo el día, al saber que le habían mentido por muchísimo tiempo sobre su familia, su verdadera familia, no tenía demasiadas ganas de sentirse animada. Ella muchas veces se había preguntado ¿Por qué era que no se parecía a sus padres? ¿Por qué Julián era muy distinto a ella? 

Sin duda, ella no se sentía cómoda con su familia adoptiva. Tenía sus propias sospechas, pero nunca surgió una idea de que pudiese ser adoptada. 

Al terminar su día vuelven a su casa. Se podía percibir a varias cuadras la tristeza y la seriedad de Emilia. El cuerpo parecía pesarle quinientos kilos, sus movimientos eran como si estuviese en cámara lenta. Sé que parece un poco exagerado como se la está describiendo. ¿Cómo no sentirse así cuando el mundo se puso patas para arriba para ella? 

Al llegar a su destino, sin pensarlo dos veces,ella se va a su cuarto y se encierra en él. Está deprimida, como si todo el tiempo le hubiesen visto la cara de tonta como para no contarle algo muy importante. Si sus padres pensaron que sería lo mejor para ella, estaban muy equivocados. Lo que lograron era lastimarla, no hacerla sentir mejor. 

Tiene todo el tiempo las mismas preguntas una y otra vez en su cabeza. ¿Quiénes eran sus padres?¿Qué fue lo que paso para que terminara en un orfanato? ¿La querían? ¿Tendría más familia aparte de ellos? 

Cuando se encuentra en clase, escucha los murmullos de sus compañeros preguntándose¿qué fue lo que paso con ella? ¿Por qué de un día para el otro se volvió así? 

—Emilia -dice Julián tocando la puerta de su cuarto- sé que estás ahí ¿Puedo pasar? –ella se levanta de su cama y le abre la puerta.

—¿Qué ocurre?- pregunta ella tirándose en su cama cerrando los ojos. 

—¿Acaso no puedo estar con mi hermana favorita? -responde acostándose al lado de ella. 

—Recuerda que soy la única que tienes hasta ahora -dijo ella divertida. 

—¡Ves! eso es lo que quiero lograr, sacarte una sonrisa y que no estés todo el día triste -él sonríe -estoy empezando a extrañar a esa chica alegre que se la pasaba haciendo bromas todo el día y que hace sacarle una sonrisa a los demás. 

—Me parece que ya paso esa etapa -dice ella de nuevo seria. 

Comienza un silencio incomodo en aquel dormitorio. Lo que él decía era verdad, en ese momento ella no se sentía esa niña la cual provocaba sonrisas a todos. 

—¿Por qué nunca me dijiste la verdad en vez de ocultarla? -pregunta ella curiosa. 

—No quería herirte -contesta Julián mientras se sienta en la cama. Después de unos minutos de silencio Emilia responde. 

—Julián...

—¿Si? -dice el mirándola a ella. 

—¿Te puedo abrazar? -pregunta ella abriendo los ojos de nuevo para ver su reacción. 

—Eso no se pregunta -responde él agarrándola del brazo derecho atrayéndola así, haciendo que se den un abrazo. Emilia necesitaba eso, un abrazo que no sea de mentira, sino de verdad.

 —¿Me prometés algo? -dice ella mientras siguen abrazados. 

—Depende que sea... pero sí -contesta el haciendo soltar una carcajada de parte de ella. 

—¿Me prometes que no habrán más secretos entre nosotros? -dijo abrazándolo más fuerte. 

—No más secretos -le asegura.

Abrir Los Ojos Ya AbiertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora