Capítulo VI

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Las mañanas suelen presentarse siempre como un momento de paz y armonía, un momento para respirar aire fresco, tomar aire y prepararse para el día que vendrá. Sobre todo en los bosques donde después del descanso, te despierta el leve rumor de los pájaros y la brisa del viento, alejado del barullo de las ciudades y los pueblos...
Una lastima que aquel no fuera un bosque normal y corriente y que no las despertase el sonido de las aves, si no una capa pesada al caer en sus caras. Las dos chicas, sobresaltadas, intentaron deshacerse de la prenda lo antes posible, ciegas e histéricas. Y no era de extrañar, durmiendo, lo último que esperas es que te tapen la cara, sin poder respirar y ver nada.

- Arriba, dormilonas. Hay que salir de aquí.

- ¿Pero se puede saber que te pasa?

- Os dejo esas capas para que os cambiéis. En cinco minutos os quiero fuera desayunando. Viene un día duro.

El chico salió sin dar opción a que alguna objetarse. Nina miró las capas, eran más grandes que las que llevaban y más ásperas, de un material que las protegería del frío y de las armas con más eficiencia. Llevaba sin ver una igual desde aquella vez que su abuela le mostró que era lo que usaba ella para el invierno. Esa capa era lo que usaban las personas del bosque, las amazonas.
Ninguna rechistó, se cambiaron la capa que llevaban, ya roída y sucia, por la nueva. Para cuando salieron se encontraron con el desayuno ya puesto en la mesa: unas rebanadas de pan y lo que parecían ser unos frutos silvestres.

-No es mucho, pero es lo que hay. Comed.

- ¿Está muy lejos la salida del bosque? - preguntó Nina mientras se sentaba junto a la princesa- ¿Cuál es el pueblo más cercano?

- Mmh... La verdad, no lo sabré hasta que salgamos. El bosque es caprichoso y cambiante, por lo que saldremos por donde decida él. Lo único que tenemos que hacer es andar con cuidado y no pararnos.

-Claro, suena de lo más lógico- dijo Nina con sarcasmo, dando un bocado al pan. A estas alturas ya no se preguntaba nada. Nada tenía sentido en aquel lugar.

Marian no pronunció ni una sola palabra, seguía pensando que debía hacer una vez saliera. ¿Ir en busca de su pasado y solucionar las cosas por sí misma, en un estúpido intento por revelarse? ¿O correr de nuevo a los brazos de su padre, casarse con un hombre que no amaba y resignarse a una vida de servidumbre?

Comió sin ganas dándole vueltas a esas preguntas. El pan le supo insípido y los frutos agrios, nada que ver con lo que se comía en palacio, pero no sé quejó. Aquello era mejor que nada y, quizás la última comida decente en mucho tiempo... O la última comida.

Cuando salieron de la cabaña el sol todavía no asomaba a penas entre las copas de los árboles. El aire fresco meció sus cabellos antes de que entraran de nuevo a la espesura del bosque, antes de volver a aquel laberinto que poco tenía de natural. Aquella tumba mágica de almas perdidas.
El joven castaño iba por delante junto a su mula, abriendo camino por el sendero que, gracias a los dioses, era mucho más ancho al de la noche anterior. Tras ellos, Marian y Nina, codo con codo, una al lado de la otra. La rubia trataba de animar de vez en cuando a la princesa, pero después de un rato intentándolo y ver que su amiga no continuaba la conversación, desistió, dando paso a un silencio que distaba mucho de ser apacible.

Esta vez no se escuchaba ningún quejido fantasmagórico, ni un lamento. Esta vez eran sus mentes las que les agobiaban. Una idea que por mucho que intentarán separar de ellas estaba ahí, acechándolas.

Marian, quien había permanecido callada durante todo el trayecto y sin ánimo de entablar conversación, habló:

- Entonces, sino sabes exactamente hacía donde nos dirigimos. ¿Cuándo crees que podremos salir?

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⏰ Last updated: Aug 09, 2020 ⏰

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El lado oscuro de la sombraWhere stories live. Discover now