Es otro día de lluvia intensa en la aldea de Kyoto. El aguacero continuó cayendo durante toda la tarde. La morena contempló en silencio cómo la lluvia inundaba el pequeño estanque. Se preguntó si Mitsuki aparecería a pesar del mal tiempo. ¿Vendría? Esa era la cuestión. Estaba segura que no aparecería. Suspiró resignada.La puerta corrediza se deslizó hacia un costado. Era su madre. Sabía que nadie podía ingresar a sus aposentos sin su permiso, excepto su madre. La mujer venía acompañada de tres hombres. Cada uno con sus respectivas prendas indicando su posición social. La miró con recelo, molesta, porque sabía que aquel sujeto le prometió venir y no lo hizo. Ahora debía ocuparse de los escribas.
Demonios.
—Es hora de que nos muestres tu talento—dijo uno.
—Chouchou ya sabes qué debes hacer—exigió su madre.
Ella suspiró con ganas. Frunció sus cejas, arrugó su frente, hizo un puchero. No quería perder su tiempo en ceremonias absurdas o evaluaciones ridículas para comprobar que fuera una excelente doncella. Lo único que quería era seguir conociendo. El era el hijo del señor Feudal, Orochimaru, quien perdió a su esposa cuando él nació. Era lo poco que sabía sobre su familia. A pesar de la desgracia familiar, era uno de los Daimyou más poderosos de la región de Edo. Junto con las familias Inuzuka, Yamanaka, Nara y Aburame.
—No demuestras tu talento. No tendrás posibilidad de ser elegida por Mitsuki—le recordó.
No eso, no eso madre. ¿Por qué se lo recordaba? Aquel hombre le robaba más que suspiros por la noche, era con quien deseaba pasar más de un rato conversando, en sus eternas charlas. Quería susurrarle poesía, tocar una pieza para él, incluso conocer su rostro. Y no, todavía no era el momento para hacerlo. Sentía que sus ojos brillaban cada vez que lo espiaba por detrás de la cortina entre los tejidos de esta.
Sin poder evitarlo, accedió a la evaluación y entonces el resto de la tarde se dedicó a enunciar poemas de amor, escribir caligrafía, bailar, y mucho más. El día pasó volando y aún así la tormenta seguía allí afuera. El agua chapoteaba. Como sus sentimientos con respecto al albino. ¿Sería tan valiente de visitarla aún con tal copiosa lluvia? Estaba convencida de que eso no sucedería. Ni ahora. Ni nunca. Suspiró.
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La cena había transcurrido normal. Como si fuera una más. Sus pensamientos se encontraban arremolinados en su mente. Deseaba en ese preciso momento que el albino se apareciera. No lo haría. Nadie de tan alto rango la visitaría con semejante temporal. ¿O tal vez sí? Estaba por cerrar los ojos para finalmente dormir, cuando escuchó unos golpeteos en su ventana y brincó de un susto. ¿Qué había sido eso? ¿Acaso la tormenta se había vuelto más estruendosa? Por supuesto que no. Se inclinó para quedar sentada y al desviar la mirada hacia la ventana, visualizó una sombra danzando de un lugar al otro. Su corazón dio un vuelco.
—¿Quién está ahí?—susurró aterrada.
No escuchó nada y al poco tiempo, las pisadas se sintieron en el pasillo, justo detrás de la cortina. Se puso de pie y juraba que llamaría a sus guardias, hasta que su voz angelical, la arrancó de sus pensamientos oscuros. Tragó pesado y su corazón palpitó acelerado. ¿Es que quería matarla de un susto?
—Soy yo, señorita Akimichi.
—Eres un...—masculló y se sentó sobre su cola, acoplándose a la cortina—. ¿Cómo se atreve a ingresar sin tener una cita previa? ¿Es un lunático?
—Disculpe mi falta de respeto—su voz sonaba encantadora y pasó por debajo de la cortina una pequeña caja de mimbre—. Adentro tengo un obsequio para usted. ¿Puede abrirlo? Le ruego que no se asuste. Sé que le gustará.
Chouchou se sintió nerviosa. Ahora que había visto su mano por primera vez, notó que no solo era blanca como la nieve, sino que estaba llena de moretones. Se le notaba que trabajaba duro. Antes de que quitara la mano, no pudo evitar tocarla. Y al hacerlo, el albino sonrió del otro lado, entrelazando sus manos. Sintió arder sus mejillas y se soltó por reflejo. Se mordió el labio inferior y miró la pequeña caja. La abrió con la ayuda de ambas manos, despacio, con cuidado. Al dejar descubierta la caja, una pequeña mariposa voló a su alrededor.
No solo se sorprendió por eso. Pues la pequeña mariposa era blanca, con manchas negras y unas enormes alas. ¿Existía semejante bicho en la naturaleza? Jamás creyó que sí. Con solo contemplarla entendió sus palabras. Era tan pura, blanca y majestuosa. Ella sonrió encantada y quiso tocarla, pero la mariposa sobrevolaba la habitación a toda prisa.
—Es hermosa.
—Como tu—completó. Ella sintió sus mejillas rojas, calientes. Desvió la mirada.
—No exageres. Ni siquiera puedes verme—él soltó una leve carcajada.
—Sé que eres bonita como esa pura mariposa. No necesito verte detrás de la cortina. Puedo imaginar tu rostro.
Ella hizo un puchero rodando sus ojos. Estaba molesta. Solo buscaba complacerla. Y odiaba eso. O tal vez no estaba acostumbrada. Se quedaron en silencio. Mirándose a través de la cortina trasparente. Aunque ninguno podía verse. Chouchou decidió hablar:
—Pensé que no vendrías.
—Lo haré todo lo que sea necesario. Usted me ha cautivado—sonrió—. ¿Le molesta?
El rubor en sus pómulos se pronunció notablemente, ladeó la cabeza, en señal de negación.
—No, para nada. Haz lo que quieras.
No te vayas, susurró en su mente.
Mitsuki se quedó hasta que la tormenta menguó, cuando lo hizo, recogió sus pertenencias y se retiró de la misma manera que entró. Saludó a la doncella y se perdió en la penumbra del lugar. La morena soltó un suspiro de alivio. Y sintió que su pecho ardía. Estaba contenta. La mariposa siguió revoloteando por la sala hasta que ella cayó en los brazos de Morfeo. Quedándose dormida ni bien posó su rostro en la almohada. Había sido un extraño día y todo se había complicado. Las negociaciones seguían latentes. El período Edo estaba acabando. Solo que Chouchou aún no lo sabía.
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NOTA:
¿Qué tal les va pareciendo?
Las actualizaciones serán algo lentas, pero trataré de subir varios capítulos o notas juntas.
Disfruten <3
PD: Esta historia se relaciona con Doncella Carmesí (BoruSara)
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Doncella Mariposa (MitsuChou)
Fanfiction《Me enamoraste detrás de esa cortina. Me dijiste que me amabas y que volverías por mi. Mitsuki, eres un mentiroso y te odio 》 - - - - - Chouchou Akimichi, es una doncella que está enjaulada en su propio castillo de la Era Meiji de Japón. Por orde...