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Pasaron 7 meses desde la primera conversación con Yuuri. Una semana después de hablar con él, había comenzado a ir a terapia. El proceso había sido bastante lento y doloroso; aún le quedaba mucha terapia por delante, pero ya se empezaba a sentir mejor.

Yuuri no lo había abandonado en ningún momento, cumpliendo firmemente su palabra y ayudándolo cada vez que podía. Lo había contactado con un psicólogo, el cual lo había ayudado muchísimo. En un principio costó encontrarle el hilo a las sesiones ya que Víctor aún estaba un tanto receloso ante la idea de hablar con un psicólogo y expresar todas sus dolencias, sobre todo porque este a simple vista podía notar que era un alfa.

Pero resultó que el psicólogo era bastante singular y después de dos sesiones se puso a soltar y desenvolver de forma más natural. Le resultó fácil hablar de cosas que pensó tendría siempre atoradas en su pecho, sorprendiéndose de cómo el hablar de esos temas podría, de hecho, aliviar un poco el peso que tenía en su cansado corazón.

Aún quedaba mucho camino por delante, pero al menos ya tenía días más tranquilos. Si antes todos sus días eran oscuros y deprimentes, ahora solo se reducían a la mitad -o menos- los días en que estaba hundido, mientras los otros podían levantarse con un poco más de ánimo, llegando incluso a rayar en el optimismo.

No estaba bien aún, pero se sentía mejor y ese progreso era muy importante para él.

Yuuri se había convertido en su amigo. Era raro poder emplear la frase amigo en su vocabulario, pero ahí estaba. La palabra nunca había sido tan hermosa para él.

El nipón se preocupaba constantemente de él. En el trabajo le conversaba e intentaba subir su ánimo, seguía con sus sesiones de fotos especiales, donde se enfocaba en la naturalidad de Víctor, haciéndolo sentir más atractivo que nunca.

Solían pasar las tardes juntos. Al principio no era tan seguido, pero a medida que Víctor comenzó a abrirse más a él y a las personas, el nipón comenzó a tomar más espacio en su vida: se juntaban en su departamento y cocinaban juntos la cena, a veces iban al cine si es que había algún estreno interesante o la mayoría del tiempo se dedicaban a ver series en Netflix o en alguna página de anime.

Víctor no sabía cómo agradecerle a Yuuri todo su apoyo. El omega jamás había pedido nada a cambio, lo cuidaba cuando este entraba en modo depresivo e incluso cuando quería estar solo, Yuuri sabía darle su espacio, preocupándose de dejarle comida disponible y alejándose para no hacerlo sentir invadido.

Ese día se había levantado con más ánimo de lo normal. Pudo apreciar la mañana como solía hacerlo antes de que la depresión comenzara y eso le animó bastante. Tenía ganas de llegar al trabajo y comenzar con los ensayos de pasarela que tanto habían planificado en la editorial.

Había aprendido a enfrentar el trabajo de forma más amena, buscando ser más sincero con sus sentimientos y dejando de lado un poco la imagen de alfa serio y perfecto las cosas habían salido bien. Sentía incluso que su relación con los otros modelos había mejorado ahora que también se juntaba con ellos a charlar entre cada sesión. Al parecer, estos lo tenían en una especie de altar y por eso no se acercaban a él y, cuando conocieron un poco de su infantil comportamiento, bajaron los muros.

El psicólogo tenía razón en eso de que, si bajas un poco la guardia, los otros también lo hacen contigo.

Por supuesto, cuando tenía días más difíciles volvía a su modo ostra, pero ahí estaba Yuuri para ayudarlo. El fotógrafo también había ayudado mucho en su proceso en el trabajo: la forma en la que lo hacía posar y cómo lo retrataba lo hacía sentir mucho menos como una cosa y más como un humano. Por primera vez se sentía bello, pero no como una jarra de cristal preciosa que hay que admirar de lejos para no romperla, sino como un alfa atractivo cuya sonrisa ahora aparecía más sincera en cada imagen.

En mis fotos estásWhere stories live. Discover now