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Desde que se había cambiado de trabajo, las cosas habían mejorado mucho para Yuuri.

Su vida como fotógrafo era algo que adoraba, realmente había luchado por llegar a donde estaba y ahora se encontraba en un trabajo que le encantaba. Poder retratar a las personas potenciando su belleza y volviéndolos etéreos en una fotografía era algo que amaba, no se imaginaba su vida de otra forma.

Conocer a Víctor había sido toda una experiencia para él.

Desde luego ya sabía quién era. Después de todo era un modelo muy famoso y reconocido en la industria, pero el verlo en persona lo dejó sin aliento; era el alfa más hermoso que había visto en su vida, tenía un aura de belleza extraordinaria que lo dejó tartamudeando como un idiota en su presencia.

Superado el primer contacto, notó inmediatamente dos cosas:

Primero: Víctor no tenía olor. Había escuchado lo varonil y atractivo que era el olor de alfa de Víctor y tenía cierta esperanza de sentirlo en vivo y en directo, pero al parecer el ruso había decidido justo ahora comenzar con los inhibidores, por lo que tuvo que aguantarse esas ganas secretas.

Segundo y más importante: el ruso era claramente infeliz. No estaba seguro si estaba pasando por un mal día o por un mal momento, pero su expresión forzada y rostro indiferente gritaba a leguas que su estado de ánimo estaba por el suelo. La cosa se volvió aún más evidente una vez vio las fotografías que le sacó, en ellas era imposible que el alfa ocultase la expresión forzada que mantenía en su rostro.

Los primeros días de trabajo fueron de adaptación.

Tenía a su cargo otros dos modelos aparte de Víctor, por lo que no podía perder mucho el tiempo pensando en el alfa. Estaba más preocupado de adaptarse lo más rápido posible y hacer un trabajo excelente, porque la siguiente revista saldría pronto y con ello sus primeras fotografías.

Gracias a kami-sama todo había salido bien. Sus fotos habían causado furor y eso le dio un suspiro de alivio. Había estado muy preocupado porque sabía que se esperaba mucho de él, después de todo siendo un omega las cosas se le ponían un poco más difíciles, sobre todo en un país como Rusia.

Todo sería más fácil si se hubiese ido con su destinada.

La vida la tendría armada y no debería estar preocupándose de vivir en un país extranjero donde el clima y las personas eran frías y de paso se le subestimaba por su segundo género, probablemente estaría aún en Japón, casado y criando cachorros, las fotos habrían pasado a la historia y se dedicaría a ser amo de casa.

Pero esa era la vida que había elegido y lo había hecho feliz, sin ninguna atadura que lo aplastase y obligase a dejar de vivir sus sueños.

Yuuri Katsuki era un omega libre y dueño de su propio destino.

Luego de encontrarse al ruso en lo que parecía ser una crisis de angustia, se decidió a hablarle. Escuchar todo lo que el alfa sentía y pensaba de sí mismo, los pensamientos autodestructivos que poseía y las pocas ganas que tenía de vivir lo alarmaron. Fue como si una luz de alerta se activara en su cerebro y por eso se decidió a ayudarlo. Algo le decía que no debía dejarlo solo en ese momento, porque sabía que podría terminar haciendo algo precipitado si su situación seguía por mucho tiempo más así.

Así que lo instó a buscar ayuda psicológica. Busco el dato de un terapeuta del cual había escuchado buenas referencias y que por suerte vivía en St. Petersburgo, por lo que no tuvo problemas en que Víctor lo aceptara.

Había decidido ayudarlo en cada paso del difícil camino que tenía por delante. Si no estaba equivocado, Víctor tenía depresión y eso era algo que no debía tomar a la ligera. A pesar de que apenas se conocían y no podían ser llamados amigos, sentía que era su deber el apoyarlo. El saber que estaba pasando por una situación así y ser indiferente hubiese ido en contra de toda su naturaleza.

En mis fotos estásWhere stories live. Discover now