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Sí. Steve Rogers lo había dejado sin habla.

¿Qué venía luego de acostarse juntos? En simples palabras le había preguntado: qué somos. Y Anthony Edward Stark le tenía pánico a cualquier tipo de compromiso, por eso no fue capaz de responder y lo miró como si le hubiese salido otra cabeza. 

No sabía qué decir.

Lo lamentó, porque el soldado en ese preciso momento se puso de pie.

-Si esa era su finalidad al contratarme, le diré que se esforzó demasiado para conseguirlo. No era necesario-dijo depositando un teléfono y algunas pertenencias de su puesto en la mesa de centro.

-Qué haces-dijo con suavidad y sin comprender.

-Renuncio-dijo suave y mirándolo con seriedad-si de esta forma nadie pierde, renuncio-luego acortó la distancia con el científico.

-No puedes-susurro mirando los movimientos felinos del rubio y quedándose quieto cuando invadió su espacio personal al tomarlo por la cintura-no puedes renunciar-alcanzó a decir antes de que el rubio tomara sus labios y lo besara con suavidad, como si fuese de cristal.

Él lo empujó y al notar lo que hizo salió corriendo por la vergüenza. Algo se sentía bien de haber rechazado al Capitán Steve Rogers, pero aún no sabía qué era.

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