Séptima nota, no enviada.

62 5 0
                                    

Lola.

Jamás creí mostrarte mi refugio sin mostrártelo realmente.

Yo llegué a la cafetería cómo cada tarde, envuelto en mi saco de gabardina y los jeans razgados. Pero cuando fui a coger mi silla habitual junto a la barra, alli estabas tú, cómo esperando algo. Deseé que no fuese alguien.

Martha la camarera me saludo como de costumbre. Esté es mi refugio, Lola. Amo está cafetería, y solo aquí puedo sentirme cómo en casa.

Martha se acercó a nosotros y creyó que veníamos juntos, quizás lo hizo a propósito, es la única que sabe algo sobre ti que ha salido de mis labios.

-Café para dos. -dijo y nos sonrió. Tú asentiste y me miraste, esperando que también lo hiciera, pero estaba demasiado perdido en tus labios carmín, y en el morado que intentabas ocultar con lentes de sol.

Crispé mis puños, ¿quién se atrevia a golpear a un ángel? Mi ángel.

Quise preguntarte, acariciar tú piel y aliviar el dolor, pero caí al tiempo que Martha dejaba nuestros cafés, en que yo no era nada ni nadie para ti, y con ello desaparecian mis derechos de hacerte preguntas.

Me relajé y moví tú taza hacía ti. Entonces, me permití disfrutar de mi café amargo, pensando en que era la primera vez que compartíamos algo sin compartirlo del todo.

Y me gustó.



R.F-

Lola. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora