Era la hora de la cena y mi madre bajó con una blusa transparente que le tapaba todo el cuerpo, pero al parecer no era muy correcto para esa comida en particular.
- Hija, ¿qué llevas puesto?- le miró mi abuela con enfado en sus ojos y muy exausta, su vestimenta no era normal, estaba despeinada, sin ganas de hacer nada y muy cabizbaja.
- Quiero un hombre...- agarró el helado de chocolate que había en la nevera más una cuchara y subió a llorar. Iba encorvada.
Su madre miró a su marido, quién hizo un gesto de impresión. Decidieron seguir cenando, y al acabar, fueron a la cama mientras ella preparaba un plan para escaparse que no le sirvió de nada al ver que estaban dormidos. Salió por la puerta y cerró con mucha delicadeza para no despertar a nadie, cuando miró para el frente, vio todo con sus propios ojos, desde flores preciosas hasta callejones horribles, pero no le importaba al saber que había salido de ese castillo en el que tantos años ha pasado encerrada por las miles de excusas que ponían sus padres. En una de las calles, había un chico joven gritando, por lo que decidió acercarse.
- ¡Hombre, eh... ¡Señora! ¿Quiere un retrato?- el joven estaba nervioso, al parecer la falta de dinero no la llevaba muy bien.
- No, ¡y a ver cuándo lo dejas! ¡Pintar no es lo tuyo!- Contestó enfadada.
Esas palabras le llegaron a lo más profundo de su corazón, le encantaba dibujar desde pequeño y esa mujer le rompió los sueños en menos de dos segundos. El castaño decidió volver a su sitio cabizbajo y con ganas de llorar, frotó sus ojos con sus manos detrás del lienzo. Leia se quedó sin habla, la pena le recorría por las venas al verle así, por lo que decidió acercarse un poco más hasta...
- ¡Yo sí quiero que me hagas un retrato!- alzó la mano entusiasmada, iba a ser la primera vez que un artista callejero le iba a hacer un dibujo.
- E... ¿En serio?... No... ¿No es para burlarte de mí?... ¿Lo quieres de verdad?...- El castaño se frotó la cabeza con la mano, en toda su carrera sólo había hecho a sus familiares y amigos.
- Sí, lo quiero de verdad, ¿pue- fue interrumpida por una emocionads exclamación.
- ¡CLARO QUE PUEDO! Ven, ¡siéntate! ¡Yo te dibujo!- Durante la sesión, el callejero no paraba de sacar un poco la lengua para un lado como los profesionales. Vivía la pintura y se le hacía notar, cosa que ha ella le hizo mucha gracia su actitud.
Al cabo de media hora, acabó. Era precioso, parecía que le había hecho un zoom a su cara y le pintaba cada detalle de su rostro.
- Te... ¿Te gusta?- preguntó el algo tímido y sonrojado jugando con las manos detrás.
- ¡ES UNA MARAVILLA! ¡QUÉ PASADA! ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!- La emoción de ella era real, le encantaba.Al castaño se le hizo un nudo en la garganta, y lleno de pintura por todo el cuerpo con ganas de irse a casa con dinero...
- Son trescientos seckels...- lo dijo tan bajo, que ella no le escuchó.
- ¿Perdona? ¿cuánto?- preguntó.
- Do-Do-Dos... Dos seckels- el castaño extendió su mano-, si quiere, claro, sino... No pasa nada, ya... Perdona... Es un desastre, lo sé, yo... Pi-Pi-Pinto por gusto, ¿sabes? Desde pequeño me ha apasionado el mundo de la pintura pero cada día que pasa me recuerda que no valgo para esto...- baja la cabeza, y cabizbajo, empieza a recoger sus cosas.
- ¡No digas eso! ¡Es precioso! ¡No miento! Tienes un don, te lo aseguro, es igualito a mí- la castaña sonrió.
- ¿¡De veras!?- la ilusión pudo con él hasta que bajó a la tierra- Pinto fatal, lo sé... Perdona, ya... Ya me voy...- el castaño agarró sus cosas y Leia le frenó, no quería que se fuera.
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"Te amo, ¿lo sabes?"- HanLeia
Fiksi PenggemarMe llamo Jaina Solo, y esta es la historia de amor que cuenta cómo se conocieron mis padres. Una joven princesa de castillo cae perdidamente enamorada de un pintor callejero cuando le propone dibujarla en un lienzo, un retrato que se les queda tan m...