Despedida 1era parte

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Había estado observando a mi madre mirar una foto mía durante más de una hora. Era aquella foto en la que tenía diez años y estaba abrazando a mi primera mascota, un perrito al que llamé Motita.

Me dolía bastante verla así, sentada en el sillón con la foto en sus temblorosas manos mientras dejaba caer lágrimas sobre ella. Se me encogió el corazón porque sabía que no podía consolarla, más de una vez traté de ponerle la mano en el hombro o acariciarle el cabello, pero ella no podía sentir mi tacto y seguía llorando sin saber que tenía a su amado hijo justo al lado, velando porque no le pasara nada.

Mi mamá siempre había sido muy hermosa, una mujer de ojos verdes y pelo castaño claro por debajo de los hombros, con una sonrisa radiante que animaba a todo el que estuviera alrededor, pero ahora se veía con bolsas debajo de los ojos, cansada, angustiada, triste, deteriorada y maltratada por lo que le había tocado vivir.
Desde donde estaba podía escuchar como susurraba y como decía mi nombre en voz baja con un acento lastimosos y dolorido.

En cuanto la puerta del apartamento se abrió mi mamá se secó las lágrimas y vi entrar a mi padre, si es que todavía podía llamarlo así.

El odio me corrompió por dentro en medio segundo y tuve ganas de tomar un cuchillo y matarlo para que no le hiciera daño a más nadie, desgraciadamente no podía pero si pudiera no me importaría acabar en el infierno.

Fue a donde estaba mi madre y le dio un beso en la mejilla, esa fue la gota que colmó el vaso y quise estrangularlo.

— Arturo hoy llegaste tarde— le dijo mi mamá con tono de reproche.

— Tuve dos reuniones Naomi, por eso es que llegue a esta hora.

Dejó el portafolios en la mesita del centro y se sentó en el sofá bien cerca de donde estaba mamá, la tomó de las manos y la miró fijamente a los ojos, serio.

— Cariño, estoy preocupado, llevas días sin dormir y estas demasiado decaída. Sé que por lo que hemos pasado es duro, pero tenemos que afrontarlo lo mejor posible.

"Será falso el muy cabrón"

— Pasé a ver a un amigo que es médico y me recomendó que te diera estas pastillas que te ayudarán a descansar, dice que tienes que tomarte tres al día- mientras decía esto sacó un pequeño frasco y se lo entregó a mi madre.

— ¿Pastillas? Supongo que sería bueno tomármelas, pero ¿estás seguro de que son tantas al día? — comento mi mamá al mismo tiempo que lo miraba desconfiada.

— Si seguro, a mí también me extrañó pero el doctor dice que son tres— le dijo este para convencerla.

Enseguida todo me pareció muy raro, él sin duda estaba planeando algo y tenía que detenerlo.

— Bueno voy al cuarto a cambiarme, deberías tomarlas hoy mismo, lamento decírtelo pero tienes ojeras hasta la barbilla— continuo mi padre, se levantó y se fue hacia la habitación.

Lo seguí por el pasillo decidido a averiguar que estaba pasando, y observé como mandaba un mensaje con su celular y lo dejaba encendido encima de la cómoda que estaba cerca de la cama.
Me acerqué y pude ver que estaba dirigido a Hugo, decía:

"¿Estás seguro de que con tres son suficientes? No quiero arriesgarme a que algo salga mal, me costó bastante subir por las escaleras de emergencia sin que nadie me viera, para que los vecinos no se enteren de que estaba en casa cuando ella se suicidó"

Lo sabía son las pastillas...

"Estoy seguro, en cuanto ella se las tome busca un pretexto y ven para la oficina con el mismo sigilo, así no sabrán que tú estabas allí, acuérdate de borrar este mensaje y llámame cuando todo esté listo"

No esperé un segundo más y salí corriendo lo más rápido que pude, desesperado y con terror de haber llegado tarde.

Encontré a mi madre en la isla de la cocina casi a punto de llevarse la primera pastilla a la boca y con el vaso de agua levantado y preparado.

Fui corriendo hasta ella atravesando todos los muebles que estaban en mi camino y en cuanto llegué a donde estaba le propiné un fuerte manotazo en la mano que milagrosamente hizo que la pastilla terminara volando por el salón y el vaso se estrellara contra la pared, haciéndose añicos en un solo instante...

By Naomi

.......Eh...emm...que dem...¿qué acaba de suceder?...

Me acerqué lentamente a los cristales rotos y esparcidos por todo el suelo, sencillamente el vaso había salido volando, pero podría jurar que había sentido algo que lo había empujado, algo que lo había arrancado de mis manos.

Me agaché y empecé a rozar con la punta de los dedos los trozos que se encontraban en el piso hasta que salí de mi ensoñación y comencé a asustarme.
Giré la cabeza prestando atención al más mínimo detalle buscando algo fuera de lugar, pero no encontré nada.

— Ar...Arturo...¡Arturo!

Vi entrar a mi esposo un poco agitado, como si mi grito lo hubiese asustado.

— ¿Qué pasa?-me preguntó.

— El vaso simplemente salió volando, te lo juro— dije con la voz temblorosa.

Él se dio cuenta del destrozo que había en la cocina y se dirigió a mí:

— Estas muy cansada ¿por qué no vas al baño y te refrescas un poco? yo recojo todo esto.

Seguí su consejo y fui hacia el cuarto de baño donde me eché agua en el rostro y justo cuando pensé que me lo había imaginado todo, vi algo que me puso el vello de punta.
En el espejo gracias a la humedad se veía como alguien escribía.

"Mamá no confíes en él..."

Las palabras desaparecieron.

"...mira sus mensajes AHORA..."

Dios mío me estaba volviendo loca.

"...no es tu imaginación y tampoco te estas volviendo loca..."

"Confía en mi... soy Adam"

Me puse la mano en el pecho y retrocedí lentamente hasta chocar con la pared.

"Estoy alucinando... son alucinaciones no hay otra explicación, esto es por la muerte de Adam, Naomi tienes que calmarte"

Me dije a mi misma y salí del baño. No quería hacerles caso a esas palabras, pero cuando pasé por enfrente de la habitación sentí el impulso de dirigirme allí y ver el teléfono, después de todo no perdía nada por hacerlo.


Fui hacia el cuarto vigilando que Arturo todavía estuviese recogiendo la cocina y nada más entrar cerré la puerta con mucho cuidado.

Avancé lentamente temiendo lo que me pudiese encontrar y justamente los mensajes que vi me dejaron horrorizada, en ellos Arturo se aseguraba de tener suficientes pastillas para acabar con mi vida.

Unos pensamientos terribles pasaron por mi cabeza y de repente vi la respuesta a todas mis dudas, desde el principio todo había estado justo al frente de mis narices y no me había dado cuenta.
La extraña muerte de mi niño, que decían había sido un suicidio provocado por el estrés y el termino de la relación con su novia siempre me había parecido sospechoso, porque Adam era de los que superaban todas las dificultades.

Pero aquí estaba la verdadera razón de su muerte y al darme cuenta un dolor agudo y punzante se alojó en mi pecho, sentí que me quedaba sin aire en los pulmones y los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas.

De pronto el teléfono comenzó a sonar y apareció en la pantalla el nombre de la persona que menos me esperaba que llamara...Hugo.

Descolgué la llamada y me lleve el móvil al oído, me quede callada esperando pacientemente a que confirmara todas mis sospechas y justo eso hizo.

— ¿Y dime... terminó como tu hijo?

Colgué y sentí una lagrima recorriendo mi mejilla.

Renacer de la Verdad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora