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EL CABELLO ALBINO de Subaru cubrió sus ojos, molestándolo en el proceso, chasqueo la lengua con molestia, si no fuera por que le gustara tanto su cabello de esa forma se lo cortaría sin dudarlo ni un segundo.

Recordó cuando era un niño y su hermano mayor Madoka le apartaba el cabello de la cara cada vez que éste le molestaba, ahora a su parecer esos momentos eran más lejanos, de lo que ya eran.

Cuanto hubiera querido estar de esa forma para siempre.

El amor de su madre hacia él era muy voluble e inestable, a su padre parecía no importarle ni a ninguno de sus otros hermanos, pero el sabía que él podía contar de forma incondicional con el amor de su querido hermano mayor. Fue por eso que le dolio tanto cuando el rubio se fue y no volvió.

Ya no había nadie quien lo amara.

Sacudió su cabeza para quitarse esos pensamientos de su cabeza, eso era pasado, ahora Madoka estaba de vuelta y a pesar de ignorar los motivos no le importaba.

¿Y qué si Madoka-nii sama volvió por un motivo oculto?, el ahora estaba aquí, con él.

El oji escarlata sonrió por lo bajo.













–¡Ore-sama exige que estés con él!– exclamó con arrogancia el pelirrojo.

El oji azul suspiró con cansancio, observó a su hermano menor, Ayato estaba parado frente a él con esa arrogancia tan característica suya, sus manos estaban posadas en su cintura y una sonrisa ladina descubría sus colmillos.

–Ayato, ¿que te he dicho sobre "ordenar" a los demás? – Madoka preguntó/regañó al oji verde.

El cual borró su sonrisa para fruncir el ceño y desviar la mirada de él.

–Que es de mala educación– murmuró.

El rubio suspiró con diversión, se inclinó un poco para estar ojo a ojo con su pequeño hermano y le jalo el cabello con suavidad.

–Además, hubiera aceptado con gusto–expuso el oji azul sonriente ante la mirada desafiante de Ayato– sólo tenías que pedírmelo.

El pelirrojo sólo miró a otro lado, aparentemente sin escuchar las palabras de su hermano, cosa que no era cierta, tomó del brazo a su hermano mayor y lo jaló por los pasillos.

Aunque no lo demostrara, estaba emocionado.














En los oscuros pasillos de la mansión, la rubia vagaba intentando distraer su mente. Pensaba en lo que estaba ocurriendo con su vida.

¿Acaso su padre no la amaba, por eso la había enviado allí?, ¿era porque no tenían relación de sangre?, no, sacudió su cabeza, su padre no debe saber lo que los Sakamakis eran.

O de eso intentó convencerse.

Cada día era más duro, empezaba a perder las esperanzas de salir con vida y ver a su amado padre nuevamente. Pero no todo era tan malo, Madoka era un pequeño rayo de luz, en toda la oscuridad que la ahogaba, el rubio era tan amable con ella, la trataba por lo que era, una persona y no como un obejo sin mero valor.

Al estar tan distraída en sus pensamientos no notó que había entrado a una habitación.

Curiosa, comenzó a recorrerla, era antigua y estaba descuidada, lo notaba por estar con polvo por todas partes. La oji rosa miró los estantes que contenían adornos, se sentía como un museo. Era una habitación espaciosa y llena de cosas que llamaban su atención, pero algo resaltó por sobre todo lo demás, había dos cuadros en la pared.

𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐌 • 𝐃𝐈𝐀𝐁𝐎𝐋𝐈𝐊 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑𝐒 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora