02.

131 12 54
                                    

Esa chica se ve muy rara, demasiado alegre, que horror.

—Que no se siente a mi lado, que no se siente a mi lado —pienso.

Miro a mi alrededor, claramente no se va a sentar a mi lado, pues al lado de Josue hay un lugar disponible.

—Puedes sentarte dónde desees —dice la maestra.

Renata me mira y me sonríe, yo solo arqueo una ceja y agacho la mirada, lo que menos quiero es socializar con alguien, no porque no me caiga bien, sino que me cuesta demasiado.

Escucho unos pasos a mi lado, lo que me temía, se sienta a mi lado.

—Hola —me saluda susurrando.

Finjo una sonrisa como saludo.

—¿Cómo te llamas?

—Yael —digo seco.

—Un gusto.

—Ajá.

—¿Puedes darme un recorrido por la escuela al terminar las clases?

—No tengo tiempo.

—Uh, ¿otro día?

—No, simplemente no puedo, busca a alguien más.

—De acuerdo...

—Ahora pon atención, la clase comienza.

—Sí —dice desanimada.

No me gusta ser así, sin embargo no quiero estar a su lado, no quiero asustarla.

Las clases pasan, una por una, lentamente, siete eternas horas, hasta que por fin la séptima termina.

Tomo mis cosas lo más rápido que puedo y me dirijo a la salida. Siento que alguien sale detrás de mí y volteo.

—¡¿Renata?!

—Hola, Yael.

La ignore y seguí adelante ¿ésta chica no era imparable?

Los días pasan, y Renata es igual que el primer día, demasiado empalagosa.

—¡Lito! —llega y me saluda.

No puedo evitar soltar una sonrisa nostálgica al recordar ese sobrenombre, pues así solía llamarme mi ex mejor amiga, Sofía, de la cual no sé nada, un día se mudó a Argentina y dejó de contactarme.

—¡Lito!

—¿Es a mí?

—¡Es a ti, bobo!

—Mi nombre es Yael.

—Ya lo sé.

—¡Lito!

—Dime, Sophie.

—Te quiero mucho —me abrazó.

—Yo también te quiero mucho —respondí al abrazo.

—¿Me prometes algo?

—¿Qué?

—Que siempre vamos a ser mejores amigos —alzó su meñique.

—Siempre vamos a ser mejores amigos, lo prometo —entrelacé los meñiques.

—Lito... —llegó Sophie llorando a mis brazos.

—¿Qué pasa? —la abracé.

—Me voy.

—¿Cómo?

—Sí, mi familia se muda a Argentina, ¡no quiero irme! Quiero quedarme a tu lado.

—Siempre vas a estar a mi lado, como yo al tuyo, Ana.

—Pero no quiero que dejemos de ser mejores amigos.

—Y no lo dejaremos de ser, te lo prometí.

—¿Siempre juntos?

—Siempre.

Esa fue la última vez que hablé con Sofía, a decir verdad, ni siquiera recuerdo que edad teníamos, sin embargo, la sigo apreciando demasiado.

—¿Cómo me llamaste?

—Lito.

—Dilo otra vez.

—Lito.

—No, mejor para de llamarme así.

—Bien, Yael.




.

Que encimosa eres Renata, neta.

✯ 𝘈𝘭𝘮𝘢𝘴 𝘦𝘯𝘧𝘦𝘳𝘮𝘢𝘴.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora