El disparo de la escopeta

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A las 23:59 de una noche tormentosa, una familia se encontraba en casa. Los padres veían la televisión felizmente mientras que los niños estaban en sus habitaciones, el hijo mayor jugaba en su consola recién comprada y la hija menor jugaba con sus muñecas a una divertida fiesta del té. Esa noche pasaba como cualquier otra noche.

Cuando el reloj sonaba las 24:00, alguien tocó la puerta. Los señores que estaban sentados en el sofá se miraron confundidos «¿Quien será a estas horas de la noche?» preguntó la señora que, se acariciaba el vientre en el que habitaba un nuevo miembro de la familia, miraba preocupada a su esposo. El hombre se levantó y se dirigió a la puerta, la abrió y no había nadie esperando en el porche. El hombre salió un poco y miró a todos los lados buscando una señal de vida pero no vio a nadie.

Pasadas las 24:00, la mujer subió a la habitación de cada uno de sus hijos para darles las buenas noches. Primero, llegó a la habitación de su hijo, y aunque el niño no se sentía contento por no poder jugar más, ella lo arropó y se despidió de el cerrando lentamente la puerta. Luego, pasó al cuarto de la niña y la ayudó a organizar sus muñecas en las estanterías donde iban, la arropó y le dio un largo beso en la frente mientras pensaba en voz alta: «Soy muy afortunada de tenerte». Le dio las buenas noches y salió del cuarto con una gran sonrisa.

Cuando se disponía a entrar a la habitación, algo llamó su atención: la puerta principal estaba abierta. A paso lento, bajó las escaleras y gritó el nombre de su esposo: «¡Michael! Alguien abrió la puerta». Asomó ligeramente la cabeza para ver si era su esposo el que había salido y, efectivamente, era el. Estaba en el carro husmeando el baúl, buscaba algo. Así que la mujer, con la mano en el vientre, se acercó caminando hacia el pero cuando se acercó del todo algo la asustó. Retrocedió un poco y preguntó «Michael ¿Qué estas haciendo?¿Por que tienes eso?» pero el hombre con una gran sonrisa en su boca y escopeta en mano río a todo pulmón y apuntó al estómago de la mujer. En sus ojos se veía la locura y el sadismo. «¡BAM!» se escuchó por toda la calle, despertando así, a los niños que yacían en sus cuartos. El hijo mayor salió de su habitación con sumo cuidado y se asomó por las escaleras para tratar de averiguar que había causado ese ruido pero lo que vio lo traumó. Entró al cuarto de su hermana y, silenciosamente, la sacudió para despertarla. La niña confundida le preguntó que que pasaba pero el hermano sólo pudo callarle la boca con su dedo. «Mamá está muerta y Papá la mató. Hay que salir de aquí» dijo el niño temblando mientras le corría una gota de sudor por la frente. La pequeña niña preocupada por lo que su hermano le había dicho se mordió el labio para no llorar y se bajó de la cama, tomando la mano de el. Juntos salieron del cuarto pero al instante en el que salieron, se encontraron con la figura de un hombre jorobado, sonriente y con una escopeta en la mano, su padre. Apenas lo vieron, se devolvieron a la habitación de la niña y cerraron la puerta con seguro. El hombre que estaba del otro lado de la puerta golpeaba con fuerza y gritaba «Niños, déjenme entrar. Sólo les quiero dar las buenas noches». No había escapatoria. No había ventanas, ni escondites secretos, sólo la estantería de las muñecas, el armario y la cama.

En momento de tensión, no tuvieron más remedio que esconderse en el armario y esperar a que el hombre se rindiera y los dejara vivir.

Y comenzó la espera.

Ya a la mañana, los niños despertaron confundidos, no había sonido alguno. Salieron del armario y la habitación estaba iluminada por los rayos del sol que apenas lograban salir por la pequeña ventana del techo. «Creo que se ha ido» dijo la niña, aún tomada de la mano de su hermano. Se dispusieron a salir. En la casa no se oía un sólo sonido. Salieron completamente de la habitación y miraron hacia los pasillos del segundo piso «¡BAM!» se escuchó el estruendoso disparo. Desde ese día, nadie pisa esa casa.

Respira profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora