Catalina tenía todo planeado para ese día, le pediría a Pedro que fuese su novio, habían sido ya dos años de enamoramiento y era hora de declararse, aunque en si no deseaba hacerlo, pero su mejor amiga Lucía la había animado y convencido. Por lo que ese día a las cinco de la tarde sería la hora indicada, o la amaban o rechazan de una vez.
Pedro se reía con sus amigos en una esquina, y le hizo señas a Catalina para que se acercará. Luego de mirarla de pie a cabeza le pregunto lo que quería.
Ella sonrojada y tímida le dijo que lo amaba.
Todos sus amigos se largaron a reír a carcajada y Pedro avergonzado dijo. ¿Mujer, que acaso no te has visto a un espejo? Catalina lo miró y se puso a tartamudear, el hombre de su vida la estaba humillando.
Si no quieres que deje de hablarte entonces sal de mi presencia, dijo Pedro en tono irónico. Y justo cuando Catalina iba a salir corriendo y llorando descosoladamente, el mejor amigo de Pedro la sujeta por el brazo y dice. ¿quieres ser mi novia, ya que Pedro te rechazó?
Catalina lo miró y dijo sí.
Con el pasar de los días Pedro y sus amigo veían a su amigo paseando con su novia muerto de la risa.
Si no la hubieses humillado como lo hiciste serias ahora tu ese hombre feliz le dijeron sus amigos.
Pedro se sonrojo y siguió mirando a Catalina de reojo hasta que se perdió en la calle junto a su mejor amigo.