I'm the monster under your bed

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— Vámonos. — Habló Nash, interrumpiendo sus quejas. — A las 24.05. — Concluyó, mirando hacia el lugar donde Kuroko estaba escondido.

En la oscuridad de su refugio Kuroko sonrió, aceptando la promesa. A las 24:05. Siempre decía que confiaba en sus amigos, que amaba a su marido, y que ellos confiaban en él. Pero llegado el momento, no había sido capaz de decir la verdad, sabiendo que el final podía estar tan cerca.

En su mente no cabía lugar para despedidas.


23:53 en Hanya, 12 minutos antes de la explosión

«Para.» Se reprendió Kuroko. «No puedes perderte.»

Desde la oscuridad, Kuroko observó como Aomine, Kise y Nash se movían entre las sombras. Recto, el pasillo a la derecha y luego de nuevo a la derecha. Conocía el camino de memoria, él mismo había trazado el plan, minuto a minuto, metro a metro. Como todo lo que hacía en su vida, tenía ese plan calculado de forma milimétrica y sabía lo caro que podría salirles el más mínimo error. Un paso en falso y todo se estropearía. Sin embargo, la nostalgia lo embargaba y le impedía continuar su camino.

Mucha gente, casi todos, pensaban que Kuroko Tetsuya no tenía sentimientos. Pero los tenía, por supuesto que los tenía, simplemente era diferente, diferente a un padre de familia, diferente a una profesora de universidad o a una abuela al cuidado de sus nietos. Él sentía, amaba, se enfadaba... Y todos esos sentimientos lo habían llevado a irrumpir en una prisión de alta seguridad para salvar a la persona que más amaba ¿cómo podían creer que no sentía?

Cuando metieron a Nash en la prisión, desde el primer segundo en el que esa posibilidad existió, él había comenzado a pensar; pensar en cómo, cuando, qué necesitaría, a quién necesitaría... Y desde ese primer instante, comprendió que alguien podía morir, casi como si fuera una premonición.

Por eso, por primera vez en mucho tiempo, Kuroko tuvo miedo de despedirse. Ese no podía ser su último momento juntos. No ahí, no para ellos.

Con un gesto de la mano, Tetsuya indicó a Takao que podían moverse. La siguiente parte de ese catastrófico diseño, era técnicamente sencilla. Takao y él debían llegar hasta el sótano derecho de la prisión e inutilizar el gran generador central. De esta forma, cámaras, alarmas, luces e incluso las puertas de las celdas estarían inutilizadas. Además, dos días antes, el mismo Kazunari se había ocupado de estropear el generador de emergencia, aunque de eso no se darían cuenta hasta que fuera demasiado tarde.

Era un plan preciso y que podía funcionar. Mientras no se cruzaran con ningún guardia, las cámaras no los detectaran y consiguieran llegar y salir del sótano sin ser vistos. Perfecto.

— Aquí. — Musitó Takao, acercándose hasta la cerradura. Con delicadeza, sacó del interior de su traje una tarjeta fina, casi translucida, pasándola por el detector y bajando por las escaleras.

Alzando una ceja sorprendido, Kuroko lo siguió hasta el interior. Era increíble, no pudo evitar pensar este. Cómo o cuándo o de dónde había sacado esa tarjeta su compañero era un completo misterio para él.

— Tenemos un minuto ¿crees que podrás hacerlo? —En ese lugar podían permitirse hablar, no habían cámaras y la puerta evitaría que su voz llegara al exterior. Al contrario que el resto de la prisión, esa zona se notaba abandonada y sucia.

— Claro~ Tardaré un minuto y entonces... podremos continuar. —

Kuroko observó a su amigo cuidadosamente, sus ágiles manos trabajando, el sudor escurriendo por su frente. Aún recordaba cuando se conocieron, Kuroko era joven pero él aún más, apenas un adolescente con una gran carga sobre sus hombros. Había sufrido mucho y sin embargo, parecía que el tiempo en la prisión lo había rejuvenecido.

CondenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora