Like moths to a flame

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— « Las 4. »— Pensó Kuroko, tras mirar su reloj por quinta vez.

Tal y como lo había pensado, Nash no había tardado ni un día en conseguirle el reloj, la única condición era que lo escondiera. Era curioso, incluso en un lugar como ese, donde todos eran tratados como ganado a sacrificar, Nash era alguien importante. Él en cambio, siempre había sido una sombra, opaco, pasando desapercibido, unido a Nash.

¿Qué cómo se conocieron?

Hasta donde le llegaba la memoria, antes de conocerlo, Kuroko siempre había estado solo. Sus padres fueron asesinados ante sus ojos cuando era muy pequeño. A él lo dejaron vivo porque simplemente no lo vieron, no vieron al niño pequeño escondido debajo de la mesa.

Su ventaja, apenas era percibido por el resto del mundo y eso le había salvado la vida.

Su desgracia, vio como asesinaban a sus padres antes su impotente mirada.

Apenas recordaba sus rostros, pero sí la sangre, siempre recordaría la sangre. Los asesinos escaparon y a él lo mandaron a un centro de acogida. Cuando cumplió los 11, se escapó, no era su lugar y una vez más, nadie se dio cuenta. Desde entonces, vago por las calles, comiendo lo que encontraba y durmiendo donde le permitían. Y aprendió a robar. Aprendió a utilizar la ventaja que algunos años atrás le permitió sobrevivir a la matanza.

Se convirtió en una sombra.

Pero ¿ya conocéis el cliché, no? Un día, la sombra, presenció algo que no debía. De una forma que aun desconocía, acabó en medio de un ajuste de cuentas. Y una vez más, pensó que había llegado su hora.

Intentó utilizar todo lo que había aprendido durante esos años, pero por primera vez, Nash lo vio. Alguien lo había visto. A día de hoy, Kuroko seguía sin saber por qué no lo había matado, por qué lo acogió o por qué lo había ayudado a vengarse. Una venganza que él ni siquiera se había planteado.

Durante los años siguientes Nash en persona le había enseñado las artes que él desconocía, pelea cuerpo a cuerpo, cuchillos armas, asesinato, venenos, estrategias, bombas,... Kuroko lo conocía todo. Y extrañamente, todo eso fue lo que le salvó la vida.

Hasta el día de hoy.


— «Las seis.» — Kuroko miró el reloj por sexta vez. — « Quizá es mejor que intente dormir.» — A las 8 lo llevarían al servicio de lavandería.

Efectivamente, dos horas después llegaron los guardas, arrastrándolo aun medio dormido hasta la sala donde lavaban las sabanas y uniformes de los presos. Tetsuya pensaba que había tenido una suerte considerable, no era una faena excesivamente pesada y tampoco tenía que tratar con muchos de los internos.

Sospechaba que Nash había tenido mucho que ver en ello.

Sospecha que se confirmó al entrar en la lavandería y ver al rubio entre sábanas y uniformes.

— Buenos días, Gold-kun. — El otro simplemente hizo un breve gesto con la cabeza.

Pasaron un rato trabajando en silencio, lavando, secando, doblando. Solo de vez en cuando sus manos se rozaban o compartían una mirada. A las 08:45, según el reloj de Kuroko, los guardias se retiraron. Si sus cálculos eran correctos, que lo eran, la siguiente pareja tardaría 15 minutos en llegar. En cuanto supo que los carceleros estaban suficientemente lejos, Nash agarró a Kuroko por la nuca, besándolo con furia mal contenida.

— ¿Por qué? — Preguntó el rubio en cuanto se separaron apoyando su frente en la del otro. Kuroko no necesitaba más, sabía perfectamente a qué se refería. — ¿Qué demonios haces aquí, Tetsuya?

— He venido a por ti, por supuesto. — Contestó de forma monótona y obvia. — No. — Cortó al otro, poniendo un dedo sobre sus labios. — Cuando tú y yo nos casamos, en mis votos lo dejé muy claro. "Yo seré tu comodín. No importa la situación, o cuanto de torcidas estén las cosas". Y por si nunca te has parado a pensarlo, un comodín es aquella carta que puede tomar el valor y forma que el jugador desee. Si lo que necesitas es salir de este lugar, yo seré el que te saque.

Nash no contestó, le mantuvo la mirada durante unos segundos y volvió a besarlo, transmitiéndole más de lo que ninguna palabra podría. Y la verdad es que a los dos les mataba, estar tan cerca de su pareja pero a la vez tan lejos. Pero una parte esencial de su plan era que nadie supiese que Nash Gold y Kuroko Tetsuya estaban casados.

CondenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora