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Voy a mirarte hasta que te quedes en mis ojos para siempre. Que le voy hacer, si me gusta llenarme de ti de todas las formas posibles— Simón caballero.
Elías Vega.
La fuerza con la que sostiene mi mano ya no es la misma, su contacto cada vez era más frio, ya no la sostenía como lo hacía a cada mañana que despertaba a mi lado. Su piel estaba amarilla, incluso algunos huesos resaltaban de ella.
Pero sigue siendo la mujer más hermosa que allá visto.
—Todo estará bien. — me anima.
Pero yo sé que no será así. Pero se lo había prometido;
—Te amo— susurro con voz baja.
Siento el dolor instalado en mi pecho, arde, me quema por dentro. No sé qué es, lo que vaya a suceder después de esto, ¿Podre salir adelante? ¿Podre salir sin ella? lo dudo, ella es la razón de mi felicidad, es imposible encontrar a alguien igual.
Pero en ningún momento me demostré débil, no frente a ella. a su lado yo podría hasta fingir que era un súper héroe, después de todo tenía esa habilidad, una en la cual hacía mucho esfuerzo. No quería verla triste, no quería que pensara que le había fallado.
A si que cada mañana que el sol amanecía sonreía, y estaba feliz porque tenía un día más con ella, un día para estar juntos y planear todo aquello que haríamos en el futuro. Me aseguraba que viviera cada minuto de su vida, y yo me aseguraba de guardar cada recuerdo en mi memoria, para jamás olvidarla.
Este día estábamos a bajo cero, las calles de la ciudad estaban repletas de nieve, que bueno que kaitlyn no me lleve a patinar, esta mujer quiere que me rompa el trasero. Llevábamos puestos los mismos gorros que había hecho ella misma para navidad.
La vista del hospital se nos hizo presente y apreté su mano con fuerza, para que supiera que estaría con ella a cada minuto que tendría que estar allí. El olor a desinfectantes, cloro y sustancias de limpieza fue lo primero que llego a mis fosas nasales.
Nos sentamos en la sala de espera, donde solo teníamos que esperar unos minutos para ser atendidos. Sentí su mano sudorosa, a pesar de que el clima estaba muy bajo.
—Todo estará bien Kay— ahora fui yo quien la animó.
— ¿Tienes miedo? — pregunto.
—No. No tengo miedo, ¿Por qué debería tenerlo? — pregunte intrigado.
—Por lo que pasara...
Sabía a lo que se refería, pero no quería mostrarme débil. Yo era feliz mientras ella estuviera a mi lado. Pero claro que tenía miedo, joder estoy cagado de miedo. Pero no lo acepte.
No por ahora.
—No pienso en eso aun, tal vez dentro de unos años me siente a pensarlo. Por ahora solo disfrutare la vida a tu lado. ¿Recuerdas aquel día que me preguntaste que es lo que éramos?
—Tu respondiste que...
—Que éramos personas disfrutando la vida, que sí, que tal vez el mundo era una mierda, pero que nos acoplaríamos a ello, y haríamos la diferencia. Tú eres todo aquello que no se encuentra en ningún lugar Kay. Me enseñaste que no hay que conformarnos con lo poco que nos da la vida, y lucho por ti por mí. A sí que no tengo miedo en lo que vaya a suceder en unos minutos, mucho menos si las cosas van de mal a peor, yo estaré contigo eternamente.
Sus ojos comienza a llenarse de lagrimar, pero niego con la cabeza.
—No quiero que llores, tu eres la más fuerte de los dos. — beso su frente, y la abraso.
—Señorita Foster.
La voz de una enfermera hace que me separe de ella, y giremos a verla.
—El doctor Derry la espera.
Nos podemos de pie y caminamos hacia el consultorio, el doctor Derry está sentado en su gran silla de cuero, su escritorio como siempre esta ordenado y limpio.
—Tomen asiento, por favor.
Kay se apodera de una silla color marrin, de mi parte me quedo parado detrás de ella. Toco sus hombros.
Observo al doctor sosteniendo los resultado de los análisis que kaitlyn vino hacerse hace casi dos semanas. Se quita los anteojos que lleva puesto.
Algo anda mal.
Fue lo primero que pensé cuando hizo ese movimiento.
—Me temo que ahora no son buenas noticias Kaitlyn...
— ¿Cuál es el resultado?
—Tu enfermedad cada día va avanzando mas, pero eso no es el caso — hace un pausa y suspira— Estas embaraza...