Un joven Kyojuro se encontró con un curioso dios, de ropajes llamativos y amables gestos. Una pequeña estrella fugaz que decidió quedarse con él por lo que resta del año.
Así comenzó su vida de casados.
•◇.◇.◇.◇•
AU KYOTAN (KYOJURO X TANJIRO)
Tanjir...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
•◇.◇.◇.◇.◇.◇•
-☆-
.
Los estrepitosos pasos resonaban en el camino de lajas de piedras, que conducían la entrada de su casa a la calle principal; avanzando sin trémulo alguno a través de la conglomeración de rarezas que relucían en medio de la festividad de las estrellas.
Gente de todas las razas invadiendo las calles de su ciudad con apabullantes decoraciones, ramos de estrambóticos colores saturados, olores de diversos platos gastronómicos, guirnaldas y entretejidos de papel ubicados por doquier, puestos de ventas de productos que nunca ha visto y de juegos que no ha jugado, y potenciales amigos de otros lugares.
Demasiadas cosas para descubrir y conocer por sí mismo; todo al alcance de su mano, que no podía desaprovechar solo por su minoría de edad; en 4 años ya sería considerado un adulto, y psicológicamente hablando ya lo era.
Eso debería ser suficiente.
El pequeño Rengoku, en su kimono de practica, partió a su aventura sin mediar en los problemas que un niño travieso pudiera ocasionar a su familia. Pues para él, con la experiencia que los 12 años de su caótica vida le dio, era lo suficientemente autónomo e independiente para salir a una escapada sana.
No obstante, al adentrarse en las tiendillas revisando las baratijas en venta, y los talismanes que pendían desde las ramificaciones de los tallos de bambúes; el chico no se detuvo a recordar sus pasos anteriores, desbocado en la curiosidad que sus latentes par de flamas admiraban.
No medió la posibilidad de retorno, pero eso no le importo al rubio, claramente. Era el día más esperado del año, la llegada de los seres celestiales le causaba demasiada expectativas como para preocuparse de donde quedaba su hogar siquiera; si necesitaba regresar en el transcurso del día le pediría direcciones a sus vecinos, si es que daba con alguno claro está.
Después de pasar aproximadamente horas merodeando por los alrededores, se detuvo a descansar debajo de un frondoso sauce a las orillas del canal.
Escaló con sus intrépidas manos a la parte superior del árbol para obtener una visión panorámica del bulevar bordeado por una hilera de cerezos blancos y complicadas edificaciones de madera.
El bazar estaba en todo su vigor. Un callejón repleto de cientos de personas, animales, hechiceros, espíritus, demonios, ogros, bestias míticas, y uno que otro que no lograba determinar concurrían por la presencia de los adorados dioses.
《¡Hoy me cumplirán mi deseo!¡Estoy seguro de ello!》Determinó el rubio ante la idea que tenía planteada desde que la salud de su madre comenzó a flaquear hace 4 meses. El plan era encontrar un dios benevolente lo suficientemente fuerte para concedérselo, el problema es que él no conocía a ninguno; era su primera vez en el encuentro.
《¿Ahora que debería hacer? Hmn...》Quedó pensativo en su alto escondite, removiendo de pétalo en pétalo las flores que recaían en las ramas del sauce, mientras documentaba en su cabeza cualquier figura que le augurara el aura celestial de un dios.
Pasó 10 minutos y aún no observaba alguien con pintas de ser omnipotente, solo pura gente mundana.
—Uff, mejor busco a alguien que si conozca— Habló en voz baja, rindiéndose. Acomodó su cuerpo en posición de salto ignorando la altura evidente desde su punto hasta el suelo. Saltó sin dudarlo.
Sintió la brisa abrazarlo en su caída libre, una que traía los enriquecidos olores de los puestos de comida, y los perfumes de los nuevos visitantes. Todos revolviéndose en una amalgama que le producía rasquiña a sus fosas nasales.
《Oh ¿Qué es este olor demás?》 Calló a la piedra soporte un poco inestable, curioso por el perfume familiar en medio de toda esa extravagancia. Algo en su interior le hizo decidir en buscar el origen de esté, comenzando a zigzaguear por la mayoría de miradas sorprendidas, curiosas, angustiadas de ver a un niño pequeño a solas en medio de todo ese ajetreo.
—¡Oe!¡¿Qué le haces a mi hermano pequeño?!¡¿Estás buscando algún problema?!— Gritos de un transeúnte que instantes antes golpeó por descuido lo alejó por unos momentos de su persecución imaginaria.
Había asaltado por detrás al niño de peinado chistoso causándole que su postre se derramara en la yukata que llevaba puesta.
—¡Calma aniki! Seguro fue un accidente— Acotó en defensa su pequeño acompañante, intentando en vano calmar al mayor albino con ansias desmedidas.
Kyojuro tenía tanta pena como para esconderse en el primer hoyo que encontrara. No obstante, aún no llegaba a descubrir de donde provenía su capricho; mejor seguía y después vendría a disculparse de la mejor manera posible.
— ¡Lo siento chico!, ¡Después hablamos!— Gritó en su corrida, sin voltear de nuevo a la cara de ira que demostraba su nuevo conocido. Si escuchó muy bien entre el ruido, el otro muchacho se llamaba Sanemi, y que lo quería matar.
《¡Bien!¡Me gustan los retos!》Se alegró el chico entre pensamientos, conocer a alguien con quien luchar era un pasatiempo que le encantaba. Esperaba volver a verlo pronto.
.
-☆-
•◇.◇.◇.◇.◇.◇•
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.