5 de abril de 2034 (Marte)

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Alzo los brazos, todavía sin creerme que esté sujetando al primer marciano. El primero por derecho propio. No sé cómo lo imaginaba, pero no así. Quizás esperase que tuviera antenas o la piel roja, lo cual no sería tan ridículo si pensamos que estamos en el que llaman Planeta Rojo y más si tenemos en cuenta que sus padres tuvieron que huir de su hogar porque eran "rojos". Pero el niño que me mira, con grandes ojos grises del color de una tormenta de verano y sonrisa inocente, no podría ser más parecido a nosotros.

En la habitación de al lado, Adri sigue durmiendo, tras haber estado cuidando del pequeño durante toda la noche. Helena ha pasado a vernos antes de ir a trabajar a su laboratorio, de donde sé que no saldrá hasta bien entrada la noche. Ella ni siquiera se dará cuenta, estará demasiado ocupada cuidando de sus plantitas, como las llama ella, o poniendo en práctica algunos de sus experimentos, de los cuales el noventa por ciento acaban con una explosión. Pero no puedo quejarme, al fin y al cabo, si seguimos vivos ha sido principalmente gracias a ella, y mientras que no seamos nosotros los que volemos por los aires, puedo dormir tranquilo.

El resto del grupo ha salido a realizar una expedición por la superficie, como hacen al menos una vez por semana. A Todd le gusta poner a punto el cohete, por si algún día tenemos que volver, aunque nadie quiere hacerlo, pues ya no nos queda nada en ese lugar al que solíamos llamar hogar. Zaida ha salido a recoger rocas y buscar indicios de vida extraterrestre. Igual es que ha leído demasiadas veces Crónicas marcianas de Ray Bradbury o es su vena de arqueóloga, pero el caso es que está convencida de que bajo el polvo rojo que recubre el planeta, vamos a encontrar indicios de una auténtica civilización, la Atlántida marciana, que ahora yace sepultada bajo nuestros pies. Completan el grupo Charlie y Ava, las manitas de la tripulación, gracias a ellas no estamos totalmente incomunicados de la Tierra y podemos enterarnos de lo que ocurre en el planeta azul, cuyo nombre le sienta que ni pintado.

Estas seis personas, siete contando con el pequeño marciano, constituyen mi familia. Fuimos los primeros en llegar, los primeros en huir de un lugar que ardía en llamas. Los primeros, pero no los únicos. Desde entonces, han llegado dos cohetes más a suelo rojo y por las noticias que nos han llegado de la Tierra, probablemente sean los últimos que lo hagan.

Podría proseguir mi historia desde aquí, contar cómo un pequeño grupo de españoles, que para algunas personas no eran ni muy españoles ni mucho españoles, abandonaron sus casas y se embarcaron rumbo a lo desconocido. También podría hablar sobre cómo fundamos la Primera República Marciana y conseguimos sobrevivir a los primeros días en un planeta aparentemente inhóspito, yo mismo todavía hay días que me lo pregunto. Pero no sería justo, siempre he pesado que las cosas se deben contar desde el principio, así que eso es exactamente lo que voy a hacer.

He dicho que iba a empezar por el principio, pero no es tan fácil como parece porque ¿dónde poner el comienzo? Podría decir que todo empezó cuando la noche que mataron a mis padres o el día que mi hermana tuvo que marcharse a Alemania porque aquí en su hogar ya no podía trabajar, pero en ese caso no sería fiel a la verdad. Todo empezó antes, mucho antes. Empezó con un niño llamado Paquito nacido en Ferrol y que a pesar de que por su nombre parece una persona completamente inofensiva, llegó a poner patas arriba todo el país, que entró en algunas de sus décadas más oscuras. A su muerte las cosas parecieron estabilizarse, entramos en una situación de democracia, aunque eso ya lo sabe cualquiera que haya cogido un libro de historia alguna vez, por lo que no voy a entrar en detalles. El problema es que, aunque teóricamente el fascismo había desaparecido del sistema, seguía vivo en los corazones de mucha gente. Nostálgicos les llamaban, una palabra que al parecer puede englobar tanto a una persona que quiere volver a ver Los magos de Waverly Place en la Disney Channel mientras juega con la Nintendo DS al Animal Crossing, que a alguien que quiere volver a una época en la que las personas no podían hablar libremente y los muertos en las cunetas estaban a la orden del día. Quizás ese fue el primer problema.

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