No puedo evitar mirar el reloj cada dos segundos, pero como es de esperar, el tiempo no avanza más rápido por más que lo haga. Ava también parece estar nerviosa, aunque emocionada al mismo tiempo. No para de dar vueltas por el pequeño cuarto de la Estación Espacial donde nos han escondido y noto que se está controlando por no empezar a hablar, que es precisamente lo que nos han prohibido hacer. Las órdenes han sido claras: esperar en el cuarto hasta que un miembro de la ODEDE venga a buscarnos y llevarnos a la zona de despegue, donde nos reuniremos con el resto del grupo. Hasta entonces, no podemos salir ni hacer ningún ruido que delate nuestra presencia.
Noto como alguien me coge la mano y me da un suave apretón. Helena se ha acercado, probablemente viendo que estoy al borde de un ataque de nervios. Ella es la única que conserva la calma, eso siempre se le ha dado bien, y ahora más que nunca lo agradezco.
Todavía tienen que pasar varios minutos más hasta que la puerta se abre. Helena da un paso al frente interponiéndose entre el desconocido y nosotros, preparada por si hay que luchar. Los tres aguardamos a que el chico diga el santo y seña que nos confirme que es de fiar.
-Somos balleneros, llevamos arpones -dice el joven que consigue mantenerse serio, incluso cuando a Ava se le escapa la risa.
-Mas como en la luna no hay ballenas, cantamos canciones -completa Helena con una sonrisa. -¿Ya es la hora?
-Así es, vamos, será mejor que nos demos prisa, el resto del grupo ya está en camino -el chico se da la vuelta y no nos queda más remedio que seguirle.
El satírico nombre del grupo, las peculiares contraseñas sacadas de la cultura popular o el hecho de que no nos den más información de la necesaria son algunas de las cosas que me han llevado a plantearme en numerosas ocasiones si la ODEDE es una organización real o si simplemente es alguien tomándonos el pelo desde el salón de su casa. Lo bueno es que todas esas cosas también evitarían que nuestros enemigos nos tomasen en serio en caso de acabar en sus manos, aunque eso no termina de tranquilizarme.
Antes de llegar a la nave todavía tenemos que hacer un par de paradas. Primero, nos conduce a una estancia algo más pequeña que en la que habíamos estado esperando y nos vestimos con los trajes espaciales. Después, paramos en una sala más grande, que se asemeja a un gimnasio, y donde ya se encuentran esperando otras cuatro personas, todas ellas vestidas de astronautas, como nosotros. El chico que nos ha guiado hasta aquí desaparece sin hacer ruido, cerrando la única comunicación con el exterior, la puerta por la que hemos entrado.
-Buenos días, compañeros -dice una mujer morena con el pelo castaño recogido en una coleta. La astronauta ha dado un paso al frente y ahora se encuentra mirándonos fijamente, como si nos estuviera analizando, lo que seguramente esté haciendo.
Me siento como cuando el profesor de educación física del instituto pasaba revista antes de tener que pasar cualquier prueba en la que yo quedaría como un enclenque, lo que él no dudaría en echarme en cara. Sigo siendo un enclenque, a pesar de todos estos meses de entrenamiento, y quizás por eso no puedo evitar encogerme en el traje.
-Soy la Capitana Medina y he sido elegida por el comité central de la ODEDE para liderar esta misión. En unos minutos nos pondremos los cascos y saldremos por esa puerta como si ese hubiera sido siempre nuestro destino. Tenemos que parecer astronautas de verdad, en parte porque no queremos que descubran nuestro engaño antes de tiempo y en parte porque estamos a punto de embarcarnos en una misión espacial, así que, oficialmente, somos astronautas de verdad. Ya es hora de que empecemos a creernoslo. Me da igual cuáles sean vuestras historias o la gente que dejéis atrás, pero una vez que crucemos esa puerta, ya no hay marcha atrás. Así que sólo os lo voy a preguntar una vez: ¿Estáis dispuestos a empezar una nueva vida en Marte?
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El Planeta Rojo
Science FictionEstamos en el año 2034 después de Jesucristo. Todo el Sistema Solar está ocupado por los fachas... ¿Todo? ¡No! Una aldea marciana poblada por irreductibles rojos resiste todavía y siempre a la ultraderecha.