Capítulo 7: Corazonada

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-Hey... ¿Mañana irás a trabajar? - Preguntó con un tono conciliador.

-Tengo que ir... el viejo se enfadará conmigo. - Suspiró deprimido. Miró por la ventana y miró el paisaje tranquilo, las hojas de los árboles se agitaban con el viento y la luz del sol las iluminaba.

- ¿Por qué no lo dijiste antes? - Reclamó el tatuado mirándole desafiante a los ojos. Se encogió rápidamente y empuñó la manta que colgaba de sus hombros y cubría su espalda hasta sus rodillas flexionadas. - Ambos se escondían y no sabía la razón... ahora lo entiendo... Joder ¿Por qué diablos no me dijiste nada?

- No lo sé... no preguntes... - Susurró envolviéndose en la manta acomodándose en el sillón en el que ambos estaban acomodados. Todo quedó en silencio, además del sonido de la televisión; no quería hablar, se sentía extraño y sucio. El tan sólo recordarlo le llenaba de ansiedad y tristeza, quería que Zoro llegara pronto; le necesitaba a su lado.

- Descuida, me quedaré aquí un tiempo. Mañana iré por unas cosas, quizá llegue un poco tarde. No te preocupes demasiado, ¿Ok? -

- ¿Podremos ir juntos después del trabajo? - Preguntó bajito. Law suspiró y se quedó un par de segundos mirándole.

-Por supuesto. - Miró su rostro, perdido en la pared de enfrente. - Voy a prepararnos algo, espérame aquí. – Se retiró de la habitación y el rubio se quedó entonces solo. Se incorporó en el sillón y encendió la televisión, aún que no le prestaba a ésta mucha atención.

Law regresó más tarde y se sentó junto a él; se había hecho más hacia su costado de no ser por qué se trataba del tatuado, jamás desconfiaría de su mejor amigo. Suspiró profundamente sin darse cuenta que era la onceava vez que lo hacía en lo que llevaba del día. Miró el plato de comida fijamente por un largo tiempo hasta que el volumen de la televisión que salía a comerciales le sacó de sus pensamientos.

–Ve a descansar después de cenar. – Dijo Law levantándose con dirección al baño; mientras él miraba fijamente su comida, Law había terminado con su parte. – Buenas, Sanji-ya. –

–Buenas noches… Law. – Suspiró.

… … …

Se apoyó en la pared a un lado de la puerta, luego de ver por la ventanilla de ésta; peinó adecuadamente su cabello con sus dedos y talló sus ojos, esperando que el hombre más allá de aquella puerta no se hubiese dado cuánta de su presencia mirándole desde atrás.

Dos días habían pasado ya y hasta entonces el pelinegro se había mantenido alejado de él, no le dirigía la palabra o se atrevía a mirarlo aún que estaba seguro que lo hacía cuando él no lo notaba. Trataba siempre de mantener la distancia con ese hombre y por primera vez en mucho tiempo el edificio le parecía cada vez más pequeño y estrecho. Se sentía inseguro a cada momento, cuidándose de cualquiera que se colocase detrás de él.

Muchos de sus compañeros comenzaron a llamarlo paranoico, pidiéndole que se relajase y le recordaban que sólo debía cuidarse de los clientes, pues todo en el edificio conocían su miedo y trataban de manejarlo de la mejor manera posible.

Sin embargo no lograba permanecer en un lugar mucho tiempo, se sentía extrañamente perseguido. En esos dos días las cosas habían estado tranquilas, pero su ansiedad no disminuía y todos los empleados lo notaron; unos cuantos le pidieron que fuese a ver a un psicólogo, algunos bromeando pero otros hablando muy enserio, preocupados.

En ese momento, el ambiente estaba más quieto de lo normal y el restaurant estaba medio vacío. Había conseguido relajarse un momento mientras preparaba una orden a domicilio cuando él pecoso se posicionó a su lado, conversando con unos empleados. Quizá era su imaginación, no quería mirarlo directamente pero sentía claramente su mirada sobre él.

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