CAPITULO 2

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HERÓNIMO

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HERÓNIMO

No hay lluvia.

Ni siquiera una jodida nube gris en el cielo.

Pero se siente como tal, el clima y la atmósfera.

El abrigo largo y negro que llevo puesto me pesa más de lo que es, al igual que la puta corbata del mismo tono, obligando que la afloje como el primer botón de mi camisa oscura.

Mi vista como la de muchos, está fijo en un punto mientras el ministro no deja de hablar.

Al ataúd del padre de Gaspar.

Uno colmado por muchos ramos de flores como ofrenda de todos los que estamos presentes, algunos en silencio y otros como allegadas de la familia Mendoza, con suaves llantos por lágrimas de tristeza, como la madre de mi mejor amigo, ahora viuda.

Un llanto desconsolado de lo profundo de su ser, que me llena de tristeza y solo me limito a consolarla con la mirada cuando nos miramos por unos leves segundos.

Ella entiende y yo, también entiendo.

Su dolor a la pérdida, quedando sin su marido y compañero de vida.

Como también, lo que tanto mis ojos recolocando mejor mis lentes en el puente de mi nariz y mirando cada tanto sobre mis hombros y entre el gentío que hay presente.

¿Por qué demonios Gaspar, no está en el funeral de su padre?

¿Por qué, no está su hijo presente?

Dos días pasaron del nefasto incidente.

Días que y aunque Gaspar al enterarse corrió a su casa, luego huyó y desapareció tras ver como la forense llevaba a su padre.

Nunca atendió mis llamados.

En realidad después, jamás lo hizo con nadie.

Ni siquiera los de su madre.

Pidiéndome esos días sus ojos nuevamente en los míos, ahora abarrotados de tristeza y preocupación.

Que encuentre a su hijo.

Lo que no pude por más que jodidamente recorrí cada rincón, antro de mala muerte y guaridas que podía estar.

Hasta los bajos suburbios y hablando con personas de procedencia dudosa en el ambiente de las drogas.

Pero, nada.

Si Gaspar estuvo por allí, los mal nacidos no iban a delatarlo.

Y suspiro negando nada feliz por eso, mientras papá abraza más a Marleane desconsolada y vemos todos como sobre las palabras finales del párroco conmovidos, desciende con respeto el ataúd del padre de Gaspar.

Los abrazos de condolencia y cariño no se hacen esperar a la familia Mendoza al finalizar, augurando lo mejor a la viuda.

Y mis padres más con uno afectuoso, quedando con ella para hacerle compañía y ofrecerle llevarla a casa.

Herónimo Vincent Mon, mi origen®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora