CAPITULO 7

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HERÓNIMO

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HERÓNIMO

Carajo.

Desde donde quedé, observo como acorralan cuatro patanes muy alcoholizados a uno, en una parte desierta y apartada para propinarle la zurra de su vida.

Me apoyo en una pared.

Y lo hacen.

Recibiendo un golpe tras otro y por turno.

Mierda.

- Va a tener la cara del tamaño de Brasil... - Me susurro por semejante paliza, mirando mis tomos enciclopédicos que cargo.

Y suspiro poniendo dos dentro de mi mochila y dejando uno en una mano, mientras camino hacia ellos.

La luz de este sector del campus es casi nula, pero distingo que la víctima es latino y de mi edad.

Y no pierdo tiempo, me interpongo entre ellos alejando al maltrecho chico.

Siendo fácil esquivar a uno, mientras golpeo con mi puño fuertemente al otro y mi mochila con el peso en kilos de los libros, que se encargue violentamente del tercero en su cabeza, continuo a un golpe de la pesada enciclopedia que sostengo y girando sobre mis pies certero en la nariz del cuarto, provocando un sonido extraño ese hueso y se desmorone de dolor frente mío, mientras vuelve a la carga el primero a mí, nuevamente, pero lo tomo del cuello apretando mis dedos alrededor de este y le niego lentamente.

Porque, ya es suficiente.

Y comprende.

Aflojo mi agarre y cae de rodillas al piso tomando su garganta, procurando conseguir oxígeno tosiendo violentamente.

Volteo al chico golpeado.

- ¿Te encuentras bien? - Yace contra el césped del campus, intentando recuperarse y palpando su labio partido con sus dedos.

Por su pelo apenas puedo verlo, porque está despeinado y todo revuelto por la sacudida que le dieron y lleno de gramilla, pero eleva sus ojos de un negro intenso cuando me escucha.

Y me regala lo menos impensado por lo que acaba de ocurrir.

Le elevo una ceja.

¿Pero qué, mierda?

Ya que, es una sonrisa enorme.

Una a toda potencia en una dentadura que parece perfecta, pero teñida de rojo por la hemorragia.

Y lo miro raro, mientras saco mi celular y marcando emergencia.

- SÍ... - Jadea sin dejar de sonreír, queriendo ponerse de pie palpando sus labios, seguido a mirar sus dedos y la sonrisa se le va. - ...oh, Dios...es sangre? - Me dice de golpe y me muestra sus dedos. - ¿Esto, es sangre? - Pánico. - ¡Yo odio la sangre! - Exclama. - Si la veo, me... - Y no termina su explicación.

Herónimo Vincent Mon, mi origen®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora