MALAS NOTICIAS

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Tengo los pies empapados, están congelados de frío. Todo mi cuerpo está helado, es como si no llevase ropa apenas con el frio que hace aquí, me siento desnuda. Una fría plancha de metal me está destrozando la espalda. Está muy dura y noto como si su superficie plana aplastase una a una todas las vértebras de mi columna vertebral. Ahora mismo me siento como un iceberg vagando en el océano sin rumbo a la deriva. Tan solo puedo oír el quejido de un pequeño y viejo motor resentido. Parece el sonido del motor de una moto pero no puedo estar segura de eso al cien por cien, no puedo oírlo con claridad. No sé dónde estoy pero da igual, ahora solo debo centrarme en cómo salir de aquí. ¡Vamos Marina, abre los ojos y levántate!

Tengo un terrible dolor de cabeza, creo que he estado inconsciente durante bastante tiempo. Estoy bien, solo un poco débil, pero estoy viva que es lo que importa. Siento como si hubiese estado fuera de mi propio cuerpo, como si mi alma hubiese salido para mantenerse a salvo ¿A salvo de qué o quién? No sé qué está pasando, me estoy poniendo muy nerviosa. Tengo los ojos cerrados pero siento que pesan demasiado como para abrirlos. Tengo un sabor extraño en la boca, me preocupa mucho no saber qué es lo que he tomado o me han hecho tomar. Intento llevarme la mano derecha a la cabeza, como si así fuera a conseguir mitigar el terrible dolor que me tiene tan frustrada. Es justo en este momento cuando me doy cuenta del peligro que realmente corro. No puede ser posible, debo salir de aquí cuanto antes. ¡Ya!

Noté como un fuerte escalofrío recorrió cada palmo de mi cuerpo, naciendo la punta de mis pies para morir en mis cervicales. Mi primera reacción fue encoger las piernas y pasarme los brazos alrededor de las costillas para intentar mantener con vida el poco calor que mi cuerpo magullado y casi inerte aún conservaba. En ese momento, me di cuenta de que ya no me dolía la espalda, no tenía frio y en lugar de una dura y fría plancha de metal, lo que envolvía no solo mi espalda, sino todo mi cuerpo, era aquel pijama de terciopelo blanco que me regaló mi madre para mi trece cumpleaños. Tenía la cara de un perro dibujada en medio del pecho, sus orejas eran marrones y sus ojos grandes y juguetones, tenía una pintoresca lengua dibujada en su boca y parecía guiñarme un ojo cada vez que lo miraba. Era mi favorito. Mis pies estaban secos y calentitos. Ya no se oía aquel motor viejo. No entendía qué era lo que pasaba, estaba confusa. Fue entonces cuando, al abrir los ojos y contemplar los primeros rayos de luz con los que el sol premiaba mi despertar turbio, comprendí que todo había sido un sueño.

Apenas suspiré de alivio al ver que todo había sido tan solo una broma pesada que mi mente traviesa me jugó, cuando pude percibir un pequeño sonido que indicaba que mi madre se acercaba rápidamente a mi habitación. A penas serían las nueve de la mañana. Rápidamente me hice la dormida con la intención de darle pena a mi madre y, con mucha suerte, conseguir al menos media hora más de descanso. Mi madre entró en mi habitación, corrió la cortina de mi ventana, abrió las puertas y levantó la persiana hasta arriba del todo sin piedad alguna. El exceso de luz me delató. No pude evitar estremecerme de impotencia.

- ¡Arriba holgazana! – Sentenció la “sargento semana”.

Sus palabras pesaron mucho, era muy temprano y era mi día de descanso, quería seguir durmiendo.

- ¡Mamá, por Dios, es sábado y son las nueve de la mañana! Déjame dormir un poco más por favor… - Le rogué.

- ¡He dicho que arriba! ¿Verdad? ¡Pues arriba señorita! – Respondió mi madre.

- De acuerdo, como quieras, pero no seas tan borde que aún no me he levantado y ya me estás regañando.

- Lo siento cariño, pero es que tenemos mucha prisa, venga levántate, baja a desayunar y te cuento. Rápido por favor. – Dijo en tono preocupante, tono que solo usaba para darme las malas noticias.

A TRAVÉS DE LOS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora