Capítulo 1

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ADVERTENCIA
Este no es un Terryfic. Es un Candyfic.

Mis historias no son de romance y pueden herir la sensibilidad de algunas lectoras. Se recomienda total discreción, amplio criterio y comprensión de lectura.

DISCLAIMER
Los personajes de Candy Candy pertenecen a Mizuki e Igarashi. Esta historia ha sido escrita sin fines de lucro, solamente por entretenimiento. El registro realizado cubre únicamente la trama de este fanfic. Esta prohibida la reproducción total o parcial de este fic.

Con un agradecimiento especial
para nuestra querida

Condesa Wendolyn Leagan


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Efímera,
Capítulo 1

Nunca olvidaré aquella agradable época, cuando estudiaba en el colegio, donde mi mayor problema se llamaba Elisa Leegan y el obstáculo al que le tenía más cuidado, era a la Hermana Grey. Estoy segura de que todos tenemos gratos recuerdos guardados en el fondo del corazón y también, algunas memorias que no fueron tan agradables y que, incluso mucho tiempo después, nos siguen afectando.

En mi caso, la mayoría de esos recuerdos amargos se relacionan con la muerte, aunque otros tantos tienen mucho que ver con el invierno y el teatro. Mientras que las memorias felices se relacionan exactamente con lo mismo, pero también con mis hijos, con la familia que siempre y sin importar nada, me ha apoyado y mi querido Hogar de Pony. Al final, es justo de esto de lo que se trata la vida; porque, si no existieran los momentos tristes y difíciles, no valoraríamos tanto a las personas que nos acompañan, así como a los momentos felices, por pequeños que sean. Aunque, después de todo, esta solo es mi opinión. 

Si se preguntan la razón por la cual he tocado el tema de los recuerdos, es muy simple: es solo porque no estaba segura de cómo llegar a describir todo lo acontecido. Vamos; para que me entiendan, no pretendo enfocarme en mi niñez, sino más bien en aquello que me hizo ser la mujer que soy hoy en día, tampoco pretendo que simpaticen conmigo y mucho menos, deseo que me tengan lástima o traten de comprenderme, pues yo misma, a veces no logro descifrar por qué hice lo que hice. Pero para que puedan entender mis palabras, tengo que iniciar desde aquel altanero joven que conocí sobre un barco hace tantos años, y de quien creí haberme despedido para siempre durante una noche de nieve. 

En aquel entonces solo tenía 18 años y estaba tan enamorada, que a pesar de no decírselo a nadie, llegue a contemplar la idea de quedarme a su lado, aunque lo que realmente sucedió fue todo lo contrario. 

Recuerdo que, cuando finalmente regresé a mi apartamento, Albert fue un verdadero apoyo y, algo que nunca olvidaré será cierta frase que me dijo tratando de consolarme. 

"Aún te falta mucho por vivir y aún te faltan muchas personas por conocer. Todavía eres muy joven, pero quizá pronto conozcas al amor de tu vida." 

Estaba tan abatida por la forma en que me separé de aquel chico, que no creí una sola de sus palabras. Pero, aún hoy en día, a pesar de mi edad, de todo lo que he experimentado y luego de aceptar sus palabras, aún me preguntó si ya conocí a esa persona o si algún día le conoceré. Aunque no es un tema que me quite el sueño. 

Entonces, en 1917, luego de que Albert revelara su identidad y unos cuantos meses después de cumplir 19 años, mientras procuraba mantenerme concentrada en un seminario que había tomado, para estar al día con los nuevos avances médicos que mi trabajo requería. En esa época eso era lo único a lo que me dedicaba: de casa al trabajo, de ahí al seminario y de nuevo a casa; pero fue justo en uno de los pasillos de aquel hospital, que conocí al único hombre al que he llamado "esposo". 

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