Capítulo Final

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EFÍMERA

VI


- ¿Qué haces aquí? -musité-. ¿Cómo me encon?...

Aún inmersa en el shock que tenerle ante mí representaba, con solo una frase de Cayden la realidad me cayó encima, como si de un balde de agua fría se tratara.

-¡Cómo te atreves a seguirme! -Cayden estaba furioso y yo no supe qué hacer, ni cómo reaccionar-. ¡Dijiste que regresarías a Nueva York y en lugar de eso te presentas aquí!

Solo podía sentir la mirada penetrante de Terry, sobre mí, mientras que durante aquel momento lo único que logré hacer fue clavar la vista en el suelo, para luego, sin saber cómo, llegue a la pared de la barra de mi cocineta, que solo estaba a unos pasos de la puerta. Entonces fui consciente de que estaba acorralada entre el pasado y el presente.

-No creas que me verás la cara -hablaba despacio, pero con firmeza-. Tenía que salir de dudas y verlo con mis propios ojos.

-¡Bien! ¡Ya lo has visto! ¡Ahora ya sabes lo que sucede! -gruesas lágrimas comenzaron a formarse entre mis ojos, aquello era demasiado para mí-. ¡Ahora lárgate, sigue con tu vida como siempre has hecho y déjame a mí con la mía! Después de todo, eso es lo que mejor sabes hacer.

-Cayden...

-¡No! Ya te dije que no regresaré contigo y ahora, mucho menos, luego de causar este escándalo. ¡No ves que!...

-Me da permiso... -aquello empeoraba a cada instante, pues tras Terry, estaba mi hija, que seguramente había salido temprano de la escuela y solo deseaba entrar a su hogar-. Gracias -miró a ambos con curiosidad, quienes no supieron como continuar y también le observaban con atención, mientras que un silencio incómodo comenzaba a tomar forma-. ¿Mami?

No supe cómo, pero su llamado me hizo reaccionar. Pensé en que para ambos sería obvio que ella era muy parecida a Terry, pero con pecas y el cabello ondulado.

Rápidamente tomé mis llaves, luego sostuve a Yuli de la mano y salí de ahí.

-Vámonos, Julieta; date prisa...

Sin darles tiempo a nada, corrí con mi pobre hija tratando de seguirme el paso, tan lejos como pude, luego caminamos en silencio hasta que encontré un área de juegos, que le permitiera distraerse mientras yo solo pude seguir llorando, deseando que todo fuera una terrible pesadilla de la cual pudiera despertar pronto.

Terry y Cayden eran padre e hijo y mi hija a su vez, era medio hermana de Cayden.

Eso era lo que más me atormentaba y me sigue atormentado, hasta hoy en día.

Con sueño, gracias a mi turno nocturno, con los ojos hinchados por el llanto y deseando que ellos ya no estuvieran ahí, regresé a mi departamento cuando casi eran las cuatro de la tarde. Ya no había nadie, ni siquiera había un solo rastro de que alguien hubiese estado ahí, todo estaba en perfectas condiciones, a excepción de un par de notas y una foto que habían tomado de mi mesita de noche en donde aprecia yo con mis tres hijos y que en la parte de atrás solo decía "Familia McLaughlin, Boston, 1929". Esa era la única fotografía que tenía con todos mis hijos, hasta que años después sería Albert quien me daría una copia de esa misma foto, que en su momento le mandé junto con una carta.

El primer mensaje, estaba sobre la mesa de la cocina.

Lamento lo sucedido, pero debes saber que a pesar de los obstáculos que deberían habernos separado antes, te amo demasiado y nunca fue mi intención ponerte en la posición en que lo hice, sobre todo frente a mi padre y tu hija.

EfímeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora