Habia sido un dia agotador, de esos cuando piensas hacer lo regular y terminas con el alma salida del cuerpo.
Bueno de ese modo se encontraba Izuku Midoriya, primero entremos en contexto.
Era cajero en un cafe muy recorrido por aquellos trabajadores que son explotados por sus jefes, los que solo quieren un cafe con un bocadillo rápido o por los doctores o enfermeras provenientes del hospital a la vuelta de la esquina. Si. El lugar para establecer esta cafetaria era el adecuado y lo suficiente para llenar el bolsillo al dueño de la noche a la mañana sin parar.
Para su desgracia acepto el turno de noche que consistia de 3:pm hasta las 9pm. Pero el horario siempre era alterado alrededor de esas horas asi que no podia confiar plenamente en el.
Y vaya, que el trabajo de atender a los clientes era todo un lio en especial es las horas puntas donde hay más presión, personas, pedidos, quejas, reclamos, en fin. Un poco de todo. Incluso podia decir que estaba acostumbrandose a ese ambiente lo cual no sabia si era bueno o malo pues seria más tolerante y fugas para tomar decisiones pero a la vez le hacia ver más viejo de lo que aparentaba. Apenas cruzaba los treintaitres años, la juventud se le iva con este condenado trabajo.
Su paciencia empeoró, ¿Por qué?
Los nervios alterados que tenía desde la tarde. Simplemente no aguantaba más este lugar que solo le generaba estrés puro porque acababa de apasiguar una disputa entre dos personas hace unas horas atras. Los lloriqueos de niños, sus quejas. Dios que este no habia sido un dia soportable.
Rezaba por que su turno acabara.
Se refresco la cara con ambas manos hasta pasarlos por sus rizos desordenados por el ajetreo. Al verse a si mismo en el espejo solo reflejaba cansancio, unas ligeras ojeras y ojos caidos. Suspiró. Se tomó unos segundos para reiniciar su mente, estaba en buen camino solo necesitaba unos momentos más.
La campañilla de la tienda tintineo.
Tu turno esta por acabar, puedes soportarlo un poco más, Izuku.
Y era cierto, solo unos minutos y dejaria ese lugar. La frecuencia de clientes estaba decaida asique no se encontraban muchos en el local, muchos venian solo para ordenar un pedido para llevar. Tenia que dejar su dolor de cabeza atrás.
- ¡¿Qué jodida parte no entiendes?! He dicho un capucchino cargado, ¿Acaso eres sorda? ¿¡Ah?!
Desde el baño podia oir el estruendo que el hombre, por su voz gruesa y asperá era obvio, provocó al impactar su mano con la barra de servicio. Recordó que le habia pedido a una compañera que lo suplentara en su ida al baño, se estaba desquitando con ella.
Bien, habia que afrontar la situación. Y tragarse las ganas de estamparle lo primero que tenga a la mano en su cara para descargar todo lo que tenia guardado desde que piso este lugar, desde la mañana.
Cruzó el marjen de la puerta, efectivamente era un joven. Desde su perspectiva solo podia ver su espalda envuelta en una bata blanca, ¿Un doctor? Se veia muy joven para serlo pero quien sabe. Rubio, ojos rojos (que si fueran espadas habrian matado a la pobre chica desde que la vio) y cabellos en picos.
- Lo siento, señor. Yo apenas entre esta mañana, el pedido que ha pedido se ha agotado asi que...
- ¡Me vale tres mierdas que seas nueva! Si no puedes hacer bien tu trabajo no deberian de contratarte en primer lugar.