Disclamer: Todos los personajes, lugares y parte de la trama pertenecen a Rumiko Takahashi y no a mí. Escribo historias para divertirme, sin ningún ánimo de lucro.
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1.
-La Vuelta a Casa del Héroe Trágico-
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—Ah...
Un quejido lastimoso avanzaba entre angustiosos jadeos por las calles de Nerima.
—Ah...
Era noche cerrada, apenas se veía alguna luz perdida en una ventana solitaria además de las farolas de la calle; nada más. Y era por eso que todo estaba en silencio. Las buenas gentes dormían profundamente, ni un alma vio aquella triste figura que se arrastraba por las calles desiertas, gimiendo y gruñendo de dolor, trastabillando mientras se esforzaba por ejercer control sobre sus pies, sus piernas; sus brazos... que eran dos pingajos llenos de arañazos y sin fuerza.
—Ah...
Nadie le habría reconocido de haberlo visto. ¡¿Cómo?! ¡No, no puede ser él! ¡El gran Ranma Saotome! Eso habrían dicho, confusos y estupefactos ¿Es realmente ese alfeñique que se arrastra a la orilla de la calzada, apoyándose con el hombro en el muro para evitar caerse al suelo?
¿Qué le había pasado?
—Ah...
Sin duda, debió ser una batalla dura contra un rival temible y poderoso si fue capaz de dejar en ese estado tan lamentable al que se jactaba de ser el mejor artista marcial de Tokio. ¡Sin duda, debe ser una gran historia para contar! ¿Había ganado al menos? ¡¿En qué estado habrá quedado el otro?!
Su orgullosa trenza estaba casi desecha y algo húmeda por el sudor del esfuerzo, sus ropas desgarradas, apenas irreconocibles, apestaban a causa de los restos de comida y la sangre reseca. Una mueca de agotamiento salpicada de desidia gobernada los, en otro tiempo, fanfarrones rasgos del rostro del joven. Los nudillos descarnados, las piernas temblorosas, rasguños en casi cualquier rincón del cuerpo que quedara a la vista y ese lento y errático caminar; como si tuviera que parar a recuperarse cada vez que dejaba avanzar a uno de sus pies.
Y ese quejumbroso quejido que no cesaba...
—Ah...
Ranma caminaba de forma automática dejando que fuera su instinto el que le condujera hasta el dojo. Si hacía, aunque fuera, el mínimo esfuerzo por recordar la dirección algo se activaba en su cerebro y el dolor indescriptible volvía a aparecer en oleadas de abrasador delirio. No, su mente estaba anestesiada (¡Dulce inconsciencia!) y quería que permaneciera así hasta que hubiera llegado a casa y se hubiera metido en la cama. Con suerte caería en un sueño igual de profundo y podría postergar su sufrimiento un poco más.
—Ah...
A casa. Al dojo. Seguir avanzando. Sin dolor, ni pensamientos.
Creyó que lo conseguiría cuando sus ojos reconocieron las formas del portón, los trazos en el cartel con el apellido de los Tendo, los familiares sonidos del interior. Fue tal el alivio que casi comete la estupidez de sonreír.
No. Nada de muecas. Tenía arañazos en la cara que estaban por cicatrizar, pegotes de sangre en su frente, aplastados contra el pelo del flequillo, tirantes y que escocían al mínimo movimiento de sus cejas.
Siguió avanzando y con el escaso impulso de su cuerpo, logró abrir las puertas, aunque no volver a cerrarlas.
Los últimos metros rumbo a la puerta principal fueron los peores, casi a trompicones. Le faltaba ya poco. Gruñó al forzar a su brazo a que se adelantara para coger el pomo; solo tenía que agarrarlo y girarlo. Solo eso. Avanzó un poco más, lanzó su brazo y... falló.
—¿Ah...?
Se precipitó cuando aún le faltaban unos pocos pasos y su temerario brazo quedó flotando unos instantes para después caer de forma natural; todo lo que sube, baja. Pero estaba ya sin fuerzas y el impulso de ese brazo traidor tiró de él también hacia abajo. Ranma se balanceó y se precipitó sobre el suelo sin esperanza de que nada fuera a detener esa caída.
—Ahrr...
Su boca, como el resto de la cara, se estampó contra los adoquines y contra ellos refunfuñó cuando el dolor volvió a golpearle. Ante sus ojos vio lucecitas bailarinas, casi fue bonito. Pero los pensamientos que acudieron a su consciencia poco después, no lo fueron.
Perdió toda esperanza de lograr recuperarse de aquello. Se imaginó el resto de su vida convertido en un vegetal inútil, atado a una cama pues... ¡Su cuerpo debía estar paralizado!
—Ah...
Sí, mejor que todo acabara ahora. No quería soportar la vergüenza de explicar a nadie lo ocurrido.
Que me recuerden como el gran guerrero que fui una vez pensó cerrando los ojos. Relajó su cuerpo y quiso entregarse a la dulce y satisfactoria inconsciencia pero, un último pensamiento surgió en su mente, prácticamente enterrada ya en las sombras. Un pensamiento pesaroso, furibundo y que le arrancó un resoplido que levantó polvo del suelo y se le metió en los ojos.
¡Malditas prometidas del demonio!
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A quien más quiero
FanfictionFanfic de Ranma 1/2 Ranma está más que harto del modo en que le tratan sus prometidas y le gustría librarse de todas ellas de una vez por todas, pero no es tan facil. Le persiguen, le apalean y tratan de intoxicarle con su comidas. ¡No puede más! Qu...