-Una Propuesta Tentadora-

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Disclamer: Todos los personajes, lugares y parte de la trama pertenecen a Rumiko Takahashi y no a mí. Yo solo escribo para divertirme y sin ningún tipo de ánimo de lucro.

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2.

-Una Propuesta Tentadora-

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Por supuesto, lo siguiente que sintió fue... dolor.

—Ah...

Antes de abrir los ojos, Ranma sintió que descansaba sobre algo cómodo y cálido. También percibió que ahora estaba bajo techo y que, a pesar de que le seguía doliendo todo el cuerpo de un modo desgarrador, seguía vivo.

Frunció el ceño e intentó mover los pies. Al principio no pudo y sintió un pánico que conjuró una oleada de sudor frío que le barrió entero, pero tras varios segundos más de intentos se dio cuenta de que sí podía moverlos, pero que estos estaban atrapados bajo algo que se lo impedía.

Con un seco gruñido abrió los ojos al mundo y se topó con el techo de lo que, en seguida, identificó como su propio dormitorio. Inclinó la cabeza sobre su pecho y descubrió que estaba atrapado en su rígido futón. Como si alguien le hubiese envuelto en él, cual bebé recién nacido, y después hubiese doblado a conciencia los bordes para que no pudiese huir.

Y de hecho, no podía. No solo por el futón, sino porque aún no había recobrado del todo sus fuerzas.

Reposó de nuevo la cabeza sobre la almohada y resopló.

¡No le gustaba estar así! Sin poder moverse, sin poder defenderse en caso de que alguien entrara en el cuarto con malas intenciones. ¡Y podía suceder, sin duda! Ranma pensó en sus enemigos, por supuesto; pero también en el perverso maestro Happosai, e incluso en su malévolo y bromista padre que no perdía oportunidad para hacerle rabiar. Y sus prometidas... oh, por supuesto que pensó en ellas pero decidió alejarlas de su pensamiento con un brusco gesto de cabeza.

No quería pensar en ellas.

Lo cierto era que se le ocurrían más personas de las que no podía fiarse que de las que sí. Hasta ese momento no le había dado por pensar en lo triste que era esa circunstancia.

Aunque debía haber alguien que se había apiadado de él lo suficiente como para recogerle del suelo, llevarle a su cuarto, vendarle las heridas (sí, podía sentir la firmeza de las vendas en su torso y la tirantez en la cara donde le habían puesto las tiritas) y prepararlo todo para que descansara.

Pero, ¿quién lo había hecho?

Su padre no, por supuesto, de eso no había duda. Si imaginaba la escena en la que el enorme panda le encontraba en la entrada desmayado y herido, sabía bien que el animal habría pasado de largo sin ningún miramiento.

Quizás... ¿Kasumi? Sí que podía imaginarse a la mayor de los Tendo siendo tan amable y solícita como para prestarle auxilio en una situación como esa.

Desde luego sabía que no había sido Akane. Si esa marimacho se hubiese encargado de curarle ahora tendría más heridas que antes. ¡Con lo poco delicada que era!

Además... seguro que seguía enfadada.

¡Y sin motivo! ¡Era él quien debería estar enfadado después de lo ocurrido! ¡Maldita sea!

¿Por qué lo había hecho? No recordaba de dónde había venido la idea de invitar a la chica a tomar un helado el día anterior. Pero si hubiera ignorado ese loco impulso, aquel horror no se habría producido.

A quien más quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora