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Peter caminaba de manera descuidada por las callejuelas de Queens. Sus ropas sucias estaban rasgadas y poco lo cubrían del frío.

Era el invierno más crudo que recordaba, pero no quería regresar al orfanato para no encontrarse con el pastor de la iglesia. Sin embargo, su estómago rugia en una súplica por alimento. Peter era de baja estatura, pálido y muy delgado, todo esto producto de una débil alimentación durante toda su vida, el orfanato en el que había crecido era pobre y tenía pocos recursos.

La noche había caído, y dadas las inclemencias del clima pocas personas se encontraban fuera de casa. Sin embargo, cruzó por una panadería, el olor fue lo primero que llamó su atención, se quedó viendo el cristal tras el que se encontraban diversos pasteles y pronto su atención fue consumida por un hombre de apariencia heroica que cargaba charolas de pan para vaciarlas en costales.

Alto, con cabello del color del carbón, ojos negros bajo densas pestañas y usaba ropajes rojos elegantes que le recordaban a los piratas de los cuentos que leía a los más pequeños, o quizás un príncipe, o un héroe con los que siempre alucinaba.

El joven chico vió salir a diversos hombres oscos y descuidados, todos cargando costales llenos de pan. Y al final, el hombre de impresionantes vestiduras de cuya cadera colgaba una brillante espada, tomó una pequeña bolsa de pastelillos y pagó con brillantes monedas doradas.

Había personas con dinero, el menor lo sabía, sin embargo, nunca creyó ver de frente a un hombre con tanto como para comprar costales llenos del delicioso alimento que el sólo comía en navidad.

Los demás hombres se distrajeron buscando algo en el cielo, Peter aprovechó la oportunidad y tomó uno de los panes de uno de los costales y se dispuso a correr. Sin embargo, al dar media vuelta, se topó con el filo de una espada, que apuntaba directamente hacia su cuello.

—¿Cuál es tu nombre, ladrón? — Cuestionó el pirata imponente con una sonrisa divertida.

—Yo no robe nada— se defendió el menor ocultando el pan a su espalda.

—¿Y esto qué es?— preguntó Anthony mostrando en su diestra el postre que el niño había tomado. Peter revisó sus propias manos, y en efecto, el pan ya no estaba en estas.

El pirata realmente era ágil si había logrado quitarle el alimento sin que lo  notase.

—Yo... — exhaló el menor triste— tengo hambre, no he comido desde hace dos días— explicó avergonzado

—¿Y tus padres?— cuestionó Anthony dándole una mordida al pastelillo.

—Yo no... Yo no tengo, vivo con más niños, ellos tampoco tienen padres... Pero no quiero regresar ahí.

—¿Cuál es tu nombre?

—Peter— respondió — ¿Y el suyo?

—Soy Anthony —El pirata consideró sus palabras unos momentos y después decidido inició. —Conozco un lugar, tendrás comida, abrigo y dónde dormir, pero a cambio tendrás que trabajar duro.— añadió triunfante, siempre era bueno tener un nuevo trabajador, sobre todo uno vulnerable y tan fácil de engañar— y cuando termines obtendrás algunas de estas— mostró un doblón de oro

—S-sí, acepto, lo haré. Por favor, sí — pidió esperanzado

—Regresa a casa entonces, cuando la luna esté en su punto más alto pasaré por ti y te llevaré conmigo— ordenó acariciando el mango de su espada— pero tienes que dejar tu ventana abierta, si la cierras no podré encontrarte y me iré sin ti.

El joven esperanzado corrió ilusionado en dirección al orfanato, ya no le importaba que el pastor de la iglesia que era dueña del lugar estuviera rondando por los pasillos, porque ahora, por fin, tenía una oportunidad de salir de ahí.

Las horas pasaban. Todos habían caído profundamente dormidos. Los niños del orfanato "Holly" dormían sobre camas viejas cubiertos por desteñidas cobijas, y aunque el viento helaba su piel, Peter abrió la ventana esperando a su salvador. Vió la luna cambiar de posición y cuando el sueño comenzaba a invadirlo y sus párpados pesaban, sintió una presencia masculina posarse en la gran ventana.

—Niño Pan— murmuró imponente con su espada en mano— Es hora— anunció

Peter se levantó y se acercó al sujeto, quien lo tomó de la cadera y saltó con él desde la ventana. Peter había gritado y se había aferrado al hombre con auténtico pánico, sin embargo, habían sido atrapados por las sogas del navío que sin alguna explicación flotaba entre los edificios y casas.

—Este es el Jolly Roger— Presentó orgulloso — el barco de mi mundo

—¿Su mundo? ¿Donde es eso? — cuestionó el menor aferrandose al hombre, aún lleno de miedo.

—Hacia allá — indicó apuntando el cielo con su espada— la segunda estrella a la derecha, todo recto hasta el amanecer.

—¿Y tiene nombre?

—Sí — aseguró — Se llama "Nunca Jamás"

Nunca Jamás (STARKER) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora