Rosas

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Aquél imperio quería conquistar a el tan pequeño y nuevo país independiente que se hacía llamar "Uruguay", pues desde la partida de Cisplatina aquel chico de azul y blanco era lo único que le recordaba a su provincia.

Pero era difícil, ya que no sabia nada de él y tristemente el que mejor le conocía era su enemigo jurado, confederación; aquél país tenía bajo su tutela de cierta manera al pequeño y era imposible que no supiera que cosas le gustaban.

Y solo por el pequeño, dejó de lado su gran orgullo y le preguntó a aquél país con sol rojo los gustos de el menor. Por lo que fácilmente confederación le respondió.

—Le encantan las rosas, más las que tienen muchos pinchos y ama que le digan que se parece a una.

Y allí estaba, con un enorme ramo de rosas lleno de pinchos el cual había protegido en una tela turquesa para que el chico no se pinchase cuando las agarrase.

—Eres más hermoso que una rosa, y tu cara me recuerda a la más bella de mi jardín.

Y aquéllo que el imperio dijo era cierto, ya que la cara del oriental se había hecho una bola carmesí igual a el color de las rosas, pero no por un sonrojo o por vergüenza o timidez; sino por furia.

El pequeño agarro las rosas de la parte de los pétalos rojizos con fuerza y sacando aquella tela los uso como látigo contra aquel imperio.

—Sos un hijo de puta, malparido del orto te voy a meter esta flor de mierda en el ojete — gritaba con vulgaridad el de sol pequeño mientras seguía usando el ramo contra el brasileño y para colmo, lo perseguía para seguir a más.

Y desde una ventana los veía cierto país con sol rojo muriéndose de risa por la cara de miedo y confusión que se traía el imperio mientras era perseguido por su amor y siendo castigado por su propio regalo.

Vida (A)NormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora