El chico vuelve a llorar. Está temblando, acuclillado en una esquina.
La chica se acerca a él con paso firme y se agacha junto a él. Posa una mano sobre su hombro y le da un apretón.
—¿Qué ocurre esta vez, mi amor?
El joven la mira y solloza.
—Quiero morir... quiero... morir. Ya no... lo soporto más.
A la muchacha se le escapa una lágrima y lo abraza con fuerza. Siempre igual. Siempre.
—Mátame, por favor —musita él.
—No estoy lista...
—Lo necesito.
Y ella sabe que es verdad.
La dulce, joven y bonita homicida que había acabado con las vida de siete personas y todavía no había sido capturada, le había contado su secreto al joven y desgraciado suicida, que tan solo había prometo no contárselo a nadie si, llegado el momento, acababa con él.
Todo sería sencillo si eso no hubiera ocurrido hacia dos años. En los cuales, quince muertes más sin sospechoso alguno y un romance anormal entre suicida y homicida habían aparecido.
—Pero yo... yo te amo.
El chico agarra la muñeca de la chica, junta su frente con la de ella y, tras un pesado suspiro, vuelve a repetir.
—Mátame, mi vida.
Y la chica obedece. La navaja ya estaba preparada, y con un rápido movimiento, la clava en el estómago de su novio, tres veces seguidas.
—Te amo.
—Te amo.
Se besan, y las lágrimas de ambos se entremezclan en sus labios, donde mueren junto al corazón desganado del joven.
ESTÁS LEYENDO
Al vuelo.
Random'Hormonas, menstruación, lágrimas, insomnio, chocolate. Una mujer -no tan mujer-, y lo que conlleva.