Sh.

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Estaba sola. Sola en aquella desértica calle, con un cuchillo en la mano y bajo la parpadeante y débil luz de una vieja farola.

Todavía no sabía decir en qué momento había decidido salir de la cama, calzarse sus botas de combate y coger un cuchillo para salir de casa seguidamente. Diría que eran las tres y media de la madrugada, pero de aquello la muchacha, no estaba segura.

Hasta que aquel hombre, vestido de traje a tales horas apareció de pronto tras una esquina, no comprendió lo que iba a hacer.

Con pasos cortos y seguros, se fue acercando a él. Acortando la distancia entre ambos. El hombre quedó sorprendido al descubrir a aquella joven sola deambulando en plena madrugada por aquel mal barrio, pero no le dio tiempo a cuestionar nada. La chica clavó el cuchillo en su estómago, y lo volvió a sacar. Cuando el hombre cayó de rodillas al suelo, deslizo el filo de su arma por el cuello de su víctima. El cuerpo se tambaleó y se desplomó mientras se retorcía de dolor y trataba de gritar, cuando lo único que conseguía era que más sangre saliese de su boca.

La pequeña chica se quedó observando el espectaculo hasta que el cuerpo dejó de luchar contra su inevitable muerte. Entonces, presa del pánico, echó a correr.

No sabía cuánto tiempo había pasado. Estaba sola. Lo comprendió entonces. No tenía a dónde acudir. Pero sus pasos le habían llevado a un portal. A un portal llenó de viejos recuerdos. Llamó al piso en cuestión, manchando con sangre el timbre. No respondieron. Volvió a llamar. Una voz débil respondió. Era ella. Gracias a Dios.

'Lo... lo... lo he matado.'

La muchacha comprendió entonces el hecho, y comenzó a gritar y a sollozar como si no hubiese mañana. Otra joven desarreglada y descalza bajó rápidamente los escalones de aquel edificio y, cuando llegó frente a la asesina, la abrazó con fuerza.

'Sh. Ya está. Estoy contigo. No voy a dejarte sola.'

Se dieron la mano, y juntas, se escondieron en una roca. Una roca junto al río, resguardada por un puente.


Se quedaron allí toda la noche. Y todo el día. Y la noche de vuelta. Y la policía las encontró allí abrazadas, temblando, a las dos llenas de sangre. Las dos juntas, embadurnadas de aquel líquido rojo que a ninguna de las dos pertenecía.

Al vuelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora