06. Juntos

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━━━ CAPÍTULO SEIS ━━━
JUNTOS


Circe apoyó su mano contra el tronco de un viejo pino para mantener el equilibrio mientras saltaba ágilmente la raíz de un árbol que había quedado al descubierto por la fuerte lluvia del día anterior. Cuando sus pies tocaron de nuevo el suelo, la pelirroja siguió caminando detrás de Cricrí.

Habían emprendido la marcha a primera hora de la mañana después de decidir que escalarían a lo más alto de la montaña para intentar buscar a la bestia salvaje que se rumoreaba que vivía allí escondida. Cricrí había tomado enseguida la delantera y había guiado a Circe a través de los numerosos caminos embarrados que se bifurcaban en el interior del frondoso bosque. La adolescente estaba agradecida de que su acompañante se desenvolviera tan bien en la naturaleza, pues su sentido de la orientación no era demasiado bueno y estaba segura de que se habría perdido nada más poner un pie en la montaña.

En un primer momento, el camino de subida había sido llano y sin demasiadas complicaciones, tan solo habían tenido que esquivar los árboles que había en su camino y alguna que otra roca que había encontrado su lugar en el suelo. Sin embargo, a medida que la pendiente se iba inclinando, el camino iba haciéndose más difícil.

Tuvieron que tomar un desvío cuando se encontraron con que el camino que estaban siguiendo había sido cortado por la caída de un árbol de color negruzco; Circe no estaba segura, pero tenía la sensación de que había sido producto de los rayos que habían caído por la noche.

Gracias a las botas altas que Cricrí le había entregado, sus pies estaban protegidos y las suelas se adherían mucho mejor a la superficie terrosa que sus zapatos escolares, aunque de vez en cuando el corazón de la chica se aceleraba cuando sus pies resbalaban en los charcos de barro que se habían formado en el suelo y debía agarrarse a los árboles cercanos para no caer.

La pelirroja se agachó para esquivar una rama baja que colgaba por el peso de uno de los árboles y se detuvo unos segundos para recuperar el aliento. Circe siempre se había jactado de tener buena resistencia debido a los duros entrenamientos de baloncesto a los que su cuerpo había sido sometido, pero a medida que ascendían se había dado cuenta de que la resistencia de Cricrí no era tan buena como la suya a juzgar por las sonoras bocanadas de aire que el niño tomaba. Sin embargo, Cricrí parecía ser el tipo de persona a la que no le gustaba mostrar sus debilidades frente a los demás, por lo que no se detendría a menos que viera a Circe haciéndolo, incluso si eso significaba empujar su cuerpo hasta el límite.

Llevaban todo el día caminando, tan solo habían hecho una pequeña parada para beber agua de un arroyo que habían encontrado gracias a las huellas de unos animales —ardillas, había dicho Cricrí— y para llevarse a la boca un par de frutos anaranjados que habían encontrado en unos arbustos y que no parecían ser venenosos.

Yo soy la verdadera magaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora