¿Por qué vinimos al mundo a sufrir?
Creo que ésta ha sido una de las tantas preguntas que los seres humanos se hacen en el transcurso de la vida. Quizás exista un motivo escrito, una razón la cual jamás descubriremos pero que, una vez hecho, una vez aprendido lo suficiente por medio del dolor, nuestra alma viajará al mundo intangible para encontrar una nueva materia para darle vida y continuar tropezando.
La vida puede llegar a ser hermosa como desastrosa, depende del estado de ánimo y de la situación en el que te encuentres. Si me lo preguntas a mí en este momento, te diré que es un desastre, un ciclón que se llevó todo alrededor. No recuperaré lo perdido, tampoco creo que deseo hacerlo, mi parte racional así lo dice, sin embargo se podrá construir algo nuevo, de la nada, del pequeño cimiento que quedó.
Es válido sentir presión en el pecho, pues extrañas algo que no será más, pero respira porque vivirás un duelo, lo superarás y quedarán simples recuerdos del pasado que no volverá.
Tus pensamientos jugarán contigo, tu estado de ánimo será voluble, pero tú vida sigue intacta, recuérdalo. El corazón es simplemente un músculo que bombea y distribuye la sangre por todo el organismo, por tanto, es una falacia decir que duele el corazón por una circunstancia externa, una circunstancia que no sea física; son aquellos químicos, aquellas sustancias que produce el cerebro los encargados de establecer tú estado de ánimo que a veces bajan demasiado y producen cierto grado de melancolía profunda, pero no, no morirás por una pérdida, un desamor, una traición o una decepción. Aprende de ello, identifica lo que no quieres en tu vida y continúa, lo mejor estará por venir.
Pero la cuestión sería la siguiente, ¿es fácil y rápido salir de la melancolía? ¿deseo salir de este estado transitorio? No, no es fácil pero tampoco deseo hacerlo, por ahora no, porque sé que en este estado es cuando me re-encuentro con las musas y puedo platicar de forma espontánea y tranquila con ellas, mientras danzan sobre sus aguas cristalinas.