Stolen Dance 「Cherrystar」

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Palabras: 1243

Pareja: Johnny x Kakyoin

Advertencias: "Muerte" de personaje principal implicada, depresión, accidente fatal.

Rating: Mayores de 15

Notas: Angst, y me siento extremadamente frustrada porque quiero más de este shipp pero los roles tienen otros planes. Johnny tiene 17 y Kakyoin 16, Johnny pre accidente.

***

—Esa es una terrible idea. —Fue lo primero que salió de la boca de Johnny
—Y considerando que tienes muchas... no debería de sorprenderme.

Cuando miro hacia atrás, muy atrás, veo como Johnny deja de golpe la barra de labios en la mesita, no es como si fuera atípico, pero su suspiro me dice que es suficiente.

Aunque no sabría decirlo, muchas veces le parece que es suficiente pero no se molesta ni siquiera en avisar que es lo que es suficiente.

¿Suficientes besos? ¿Suficientes caricias? ¿Suficientes bromas? Nunca supe cuántos fueron suficientes.

Entonces Johnny me guiña el ojo, mirándome por el espejo mientras siento que mi propio rostro se torna tan rojo como mi cabello. Es gracioso, solo llevamos saliendo tres semanas y de repente es como si conociera cada una de las maneras para volverme una bola desastrosa y avergonzada.

Y parece que el pequeño bastardo lo disfruta, porque se ríe en cuanto se da cuenta, mete sus brazos bajo mi camisa y me abraza, sus dedos ágiles pasando bajo la tela y tocando mi piel como si fuera de esas caras obras de arte de las que se quejaba tanto.

Su respiración se siente obvia contra mi cuello, Johnny es como veinte centímetros más bajo que yo y aún así ha sido el chico más dominante y exigente que he conocido en toda mi vida después de Jotaro.

—¿Empezamos? —Pregunta, pegando sus labios contra mi cuello, no se si el escalofrío es por el calor que me deja o solo la sensibilidad de mi piel.

Un asentimiento, suave, sus manos se unen con las mías y su pequeño cuerpo me rodea hasta ponerse delante mío. Se ve delicado, pequeño, efímero como una brisa en noche de verano.

Esa brisa sopla y nuestros pies se mueven al ritmo de nuestras voces, uno, dos, tres.

Uno, dos, tres.

Uno dos tres.

Entonces se detiene, el frunce el ceño y se ve más pasajero de lo que esperaba. Johnny chasquea la lengua, con una mirada que bien podría congelar un volcán. —Estás pisandome los zapatos.

Oh, y: —Lo siento.

Pero se ríe, y eso me confirma que se siente nuevo, fresco y un "intentemos de nuevo" que lo deja con una sonrisa en la boca.

Izquierda, derecha, un dos tres, un dos tres. Danzamos por la habitación como dos plumas siendo llevadas como el viento. Las largas y ágiles piernas de Johnny cuidadosamente pisando, mientras me mira desde abajo con una mirada que no sabría decir si es alentadora o no.

Entonces me permito sonreír. Quiero detenerme y besarlo, pero simplemente se aleja de mi, poniendo una mano en mi boca mientras su seriedad vuelve.

—¿Listo para poner la música? —Me pregunta, casi burlándose de mi expresión. —Aprendes rápido.

Mis manos agarran el espacio donde antes tenía su pequeña cintura. He estado varias veces a punto de compararlo con una mujer. Su rostro, sus piernas, todo en él es tan delicado que temo romperlo, incluso esos enormes ojos azules que me miran de tantas formas que no creía posible.

Me siento demasiado en blanco mientras lo veo andar hacia una grabadora, eso me recuerda que hace unos días me trajo una sorpresa en esa misma. Y ese es el momento en el que la escuché por primera vez, una melodía en un tono agudo y dulce de violín que resuena en el vacío de nuestra habitación compartida.

Entonces él toma mis manos, y el vacío ya no es, el vacío desaparece en su cuerpo, su calor, aquella delgada cintura y caderas firmes que deleitan mis dedos con su toque.

Esta vez él apoya su rostro contra mi pecho, mientras la música fluye, mientras nuestros cuerpos se dejan llevar por el ritmo. Y casi sin darnos cuenta, pasamos horas y horas con la misma canción hasta que la grabadora se apaga.

En ese momento estoy demasiado cansado para poder agregar algo, y solo me dejo caer sobre mi cama con Johnny encima mío, mirándome con esos dos orbes azul eléctrico.

No nos decimos nada, no es como si lo necesitáramos. Al menos en ese entonces siento que tengo todo el tiempo del mundo mientras sus manos se entrelazan contra las mías y el silencio nos es suficiente para decirnos cuánto nos amamos.

Aún no sé cuanto me arrepiento de no decirlo.

Solo se que esa noche tomo su rostro y lo amo, se que lo beso, que saboreo cada parte de él como si fuese el dulce más caro del mundo, de su piel, de su sudor, un privilegio que tuve el honor de tener tan pronto.

Se que esa noche nos amamos, que así será durante semanas, durante meses, durante...

...

Se que esa noche es mío, como me lo juró entre besos tibios, entre cartas de amor, entre victorias, entre caídas y entre pasos de baile de un vals que compuso en base una pintura mía.

Se que cierro mis ojos horas después, su piel dorada siendo iluminada por la pálida luz nocturna, porque esa maldita cortina era demasiado transparente. Porque prometí comprar una nueva una semana antes.

Pero entonces se que abro mis ojos y solo estoy yo.

Se que ya no somos, que fuimos, una palabra en singular que no le hace justicia a lo que me siento. Que soledad es muy sutil para mi.

Se que esa melodía es lo que queda de él, una grabadora vieja que me niego a tirar y que cinco años no son justos para arreglar lo que su ausencia me dejó.

Un día, una despedida, un beso y un "te veo en unas días" que se siente como una promesa rota cuando espere por semanas y meses. Cuando un día salió y no volvió. ¿Era Ohio? ¿Era Carolina del sur? Ni siquiera se como me pude sentir cuando su nombre no apareció en la lista de competidores.

No se como me sentí cuando Lucy me dijo que lo sentía. Cuando tuve que asumir que ya no seríamos un siempre y que nunca volvería a sentirlo, a saborearlo y a oírlo.

Solo me quedan recuerdos vagos, que lloro al no recordar bien, que una grabadora vieja es mi consuelo en las noches más oscuras. En la penumbra, en el vacío de mi apartamento en alguna ciudad de Italia que olvido el nombre.

Solo un tono agudo y melódico de violín es mi consuelo, uno que me hace despertar en noches de lágrimas. Uno donde mis piernas se mueven sin que las guíe, de memoria marcando el camino de hace años.

Mis manos están en esa posición invisible, donde antes iba su cintura y su hombro. Su balanceo casual y esa voz invisible en mi cabeza.

Un, dos, tres.

Un, dos, tres.

A veces me aterra el no poder recordar su voz. A veces solo escucho audios viejos solo para recordar esa melodía inigualable.

A veces solo bailo sin parar, pasan horas, pasan días y yo sigo bailando. No me importa si la grabadora ya no sirve. Es nuestro baile, era nuestro momento y cinco años son demasiado pronto para soltarte.

Si tan solo hubiese un cuerpo me habría sido fácil.

Si tan solo...

Si tan solo hubiese podido decirte adiós.

Mis palabras no son suficientes, nunca lo serán, nunca mis acciones. Nunca nada fue suficiente para alguien a quien merecía el mundo, a quien merecía las estrellas.

A alguien que ya no es.

Solo me queda bailar, moverme, escucharte, en momentos que eran nuestros y se sienten robados.

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⏰ Última actualización: Jan 27, 2020 ⏰

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