Todos los días, exactamente a las cuatro de la tarde, Johnny va a practicar con su caballo, pero no es exactamente por eso la razón de su ajustado horario. Se supone que termina sus clases a las dos de la tarde y luego tiene que arreglárselas para hacer sus tareas en una hora y media.
El hecho de que el trayecto a su casa es como dos horas por la lejanía tampoco es una gran ayuda y menos el hecho se tener a Diego a su lado todo el tiempo actuando como el imbecil que es.
De hecho podría practicar en el campo de su mansión, o su casa, o esa "maldita construcción" como le gustaba decirle. Pero de hecho no, porque no quiere escuchar al imbecil de su padre hablar de esa forma sobre él. Tampoco quiere aguantar las burlonas miradas del reptil que tiene por compañero.
Pero también es otro hecho de que le gusta ver a cierto pelirrojo, casi el único pelirrojo que hay sin contar a esa chica que parecía fantasma y a unos cuantos y escasos estudiantes. Es como una excusa para decir que sus miradas lo dejan temblando.
Cada día a las cuatro de la tarde exactamente, Johnny se va al hipódromo que no está muy lejos de su instituto, siempre con Diego parloteando a su lado y dándole empujones.
En cuanto marcan las cuatro y diez, Johnny se sube a su corcel y empieza con una ronda lenta de calentamiento, y a las cuatro y media es cuando ve sus cabellos de fuego aparecer en las butacas.
Entonces es cuando su corazón se acelera y su cuerpo tiene todas las energías que parecen abandonarlo por el resto del día. Y siente que, por un momento, vale la pena desvelarse por los trabajos.
Ese rostro tan anguloso es suficiente premio para todo. Lo deja incluso con una sonrisa estupida por el resto de la tarde, ni siquiera la actitud del británico es capaz de arruinarle el día cuando tiene a ese Ángel pelirrojo frente suyo.
Se ve estúpido, demasiado. Y Diego lo sabe, Nicholas lo sabe, Lucy lo sabe. No es que puedan haber secretos en el hipódromo de la ciudad; hasta el señor Steel le ha dicho que debería de hablarle.
Y lo considera, realmente lo hace. Hay veces en las que esta tentado de bajarse del caballo y pedirle el número a ese chico que se ve tan dulce y alto como un elegante danés. Pero siempre siente que las piernas le fallan cuando empieza a pensarlo.
Por eso es que limita a observarlo. Lo observa por encima de todos, una pequeña aura que combina perfectamente con esas ropas verdes como la misma esmeralda. Y de cerca se ve como una escultura, que resalta sus finos rasgos japoneses, que se sienten tan contradictorios y tan concordantes con esos ojos amatistas y ese bucle rojo y con esos aretes de cereza y con esos delgados y rojos labios que a veces trata de adivinar su sabor.
Eso empieza a no ser suficiente, quema en su pecho como una eterna llama que le hace querer saltar de la ventana más próxima. Principalmente porque ha sido su cumpleaños y no ha recibido un abrazo de ese chico.
En cambio solo tiene una cita con su novia de turno, que parece emocionada por llevarlo al cine a ver una película romántica horrible que ni siquiera se ve interesante. Pero es que ella sonreía tanto que no pudo decirle que no, y tampoco quería irse a su casa.
Un fin de semana, las cuatro de la tarde es cuando se dirigen en auto al cine y el cielo está brillando con el sol bajando lentamente por el horizonte. Y su novia dice algo que no puede entender mientras van andando al cine y se da cuenta de que la cola es muy larga.
Excepto que ella dice que pueden colarse, excepto que el comete el error de hacerle caso, excepto que siempre hay un demente, excepto que le grita y se lo llevan, excepto que ese tipo es un demente con un arma.
Excepto que todo pasa tan rápido que ni siquiera siente la bala entrar en su costado. Mientras la gente grita, mientras la gente corre y mientras se llevan al tipo, Johnny ve a su novia de turno chillar y correr asustada. Entonces él cae al suelo y solo piensa en cómo el chico pelirrojo no lo habría abandonado si le hubiese pedido a él para ir al cine en su cumpleaños.
El despertar es peor, porque simplemente no puede lidiar con el sentimiento. Porque esta en una estupida camilla y Diego esta allí, observándolo en silencio. Pero no tiene mucha consciencia para decir algo, por lo que se queda allí hasta desvanecerse.
Y todos los días son iguales, siempre son Nicholas, Diego o Lucy. Hasta que eventualmente Diego deja de venir. Hasta que eventualmente, Nicholas deja de venir. Hasta que eventualmente Lucy deja de venir.
Y no siente nada. No siente dolor, solo siente vacío. O quizá entumecimiento, o quizá solo esta decepcionado y cansado y quiere morir. Y los reclamos son tantos que al final es solo él reducido a una camilla de hospital.
Donde no siente nada, y sus piernas tampoco. Pero no espera nada y sus piernas tampoco. Donde en sus sueños hay un bucle rojo y unos ojos tan violetas como una amatista.
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Soundtrack To Disaster
FanficOne-shots que sacó de Roles para desestresarme. Algunos drabbles y a veces dibujos. [En su mayoría tienen que ver con Johnny]