「 The ghost of you 」 (1/3)

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Todos los días, exactamente a las cuatro de la tarde, Kakyoin decide que tiene que tomar su cuaderno y salir a dibujar. Pero no a dibujar exactamente, quizá solo a trazar árboles hechos de palitos, o solo a acosar a ese chico americano.

Aunque acosar suena demasiado tenebroso, no está muy alejado de la realidad. ¿Como si no describirías el estar observando a alguien por al menos ya seis meses y siguiendo cada movimiento que hace?

Acertado totalmente; Kakyoin Noriaki es un acosador. Pero no en el mal sentido de la palabra, él no está metiéndose a su habitación (principalmente porque ni siquiera sabe dónde vive) ni rebuscando entre sus cosas ni robando su ropa para propósitos insanos.

Él solo... observa. Solo observa y dibuja. Solo observa, dibuja y fantasea. Porque ya lleva seis meses observando esa grácil figura cabalgar sobre un corcel dorado y musculoso pero no se ha atrevido a dirigirle la palabra.

Quiere decir, ¿quién no lo haría? El chico se ve demasiado atractivo e interesante como para hacerle caso a alguien cómo él. Un maldito gamer, ¿no es de eso de lo que se burlan los chicos atractivos como él?

O quizá no, quizás el chico realmente quería hablar con él, pero esa es una historia de la que él no tiene totalmente consciencia.

Así es todos lo días, donde ve su cabello color de la ceniza y sus ojos azules que parecen refulgentes a la luz del sol. Y eso lo sabe porque se lo ha cruzado un par de veces en los pasillos y esos ojos tan hermosos como dos zafiros se han fijado un par de veces en él, arrebatándole más de un sonrojo.

Hay veces en las que Kakyoin mira su cuaderno después de observarlo practicar por unas dos horas y se da cuenta de que ha rodeado de corazones sus bocetos. Entonces solo le queda abrazar ese cuaderno como si fuese una mujer enamorada y se va a su casa.

Todos los días, exactamente a las cuatro de la tarde, Kakyoin decide que tiene que ver a su amor imposible de la adolescencia a practicar a caballo y dibujar sus movimientos. Entonces se siente como un acosador porque el no sabe de su existencia y Kakyoin solo lo sigue hasta que ya no puede seguirlo y los admira a lo lejos como si fuese una estatua.

Se siente como un secreto que comparten entre los dos a pesar de no conocerse en lo absoluto. Donde él lo dibuja desde las butacas del hipódromo y el rubio le dedica unos grandes saltos y las victorias de ese día.

Entonces el rubio chocaría las manos con ese rubio de forma pareja y le daría una pequeña mirada brillante a Kakyoin, como si cada pequeña victoria se la dedicase a él, y solo se siente extrañamente cálido y confuso y preguntándose el porque aún no le ha dirigido la palabra.

Todo ocurre como ocurre en un suave ciclo donde sabe que es noviembre y el frío empieza a llegar, todo ocurre colo ocurre en un ciclo repetitivo de miradas y sonrojos.

Hasta que un día, decide que tiene que hablarle, decide que al menos un balbuceo incoherente es mejor a quedarse con las ganas de algo y una oportunidad a media es mejor que nada.

Como todos los días, exactamente a las cuatro de la tarde, Kakyoin decide que tiene que tomar su cuaderno y salir a confesarse. Donde toma su asiento en las butacas del hipódromo y se queda esperando.

Y esperando.

Y esperando.

Hasta que es oscuro y se da cuenta de que no está el rubio que tanto esperaba.

Hasta que se da cuenta de que el británico insufrible está llorando.

Hasta que le piden que se retire y el británico insufrible le da una palmada en el hombro antes de irse.

Hasta que los meses le hacen dar cuenta de que el rubio no volvió a poner un pie en la escuela. Donde ya no hay ojos zafiros buscándolo entre el rebaño de chicas, donde solo hay gris sin azul en la escuela, en el cielo tan monótono como su mismo corazón

Soundtrack To DisasterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora