Epílogo: Memoria selectiva.

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Este fue el momento, el lugar que volvimos nuestra bendición, y nuestra maldición.


Este es el ansiado episodio que todo el texto trate de saltarme, pero es inevitable el hablar al respecto para entender lo que pasa, lo roto que estaba mi corazón durante todo el relato; lo acontecido aquí tan solo llena de melancolía y dolor, espero comprendan y entiendan lo que puede pasar gracias a nuestro actuar.


Era un día peculiar, toda la tarde había estado lloviendo con contundencia, pero hacia un sol contundente, de tal manera que las gotas se reflejaban de tal manera que parecía un cuadro del romanticismo y los charcos reflejaban la luz de tal manera, que hacían sus propios charcos en las paredes.

La tarde avanzó rápido desde mi punto de vista, de igual manera, estuve todo el día escribiendo. Al caer la noche, ya estaba a punto de terminar el libro, en cuanto recibí una llamada de mi editor diciendo que necesitaba hablar conmigo en la oficina, por lo cual empecé a arreglarme para partir.

Al estar listo, me dispuse a salir, pero fui detenido por Mariana.

– ¿A dónde vas, cariño?

–Tengo que ir a la oficina, amor, tal parece hay un problema con el libro.

– ¿Y eso, tendrás que usar tu seudónimo otra vez?

–Iván tendrá que salir a relucir otra vez, efectivamente.

–Entiendo, pero, ¿Por qué a esta hora?, son como las ocho.

–Ni tan tarde es, además, el deber llama.

–Pues sí, pero, ¿no podrían esperar a mañana?

–Mañana sería tarde, el libro sale al amanecer.

– ¿Y quién te llamo?

–El editor en persona.

– ¿Seguro no era la secretaria esa?

– ¿Vas a empezar otra vez?

–Sí, lo haré cuantas veces sea necesario, crees que te dejare ir a ver a alguien más.

–Esto es asunto serio, esto es mi trabajo, si no lo hago, ¿Cómo crees que vamos a sostener una familia, y más que ahora sabemos que viene alguien en camino.

–Por eso mismo me preocupo, no voy a permitir que nos abandones por alguien más.

– ¿Cómo se te ocurre que haría eso?, ¿crees que soy como el esposo de Claudia o algo?

–Sabes que sé que todos son iguales.

–Pues si tanto te incomodo, bien te puedes ir con alguien más tú, ya que rodos son clones.

–Hay que ir a la tienda –dijo después de unos minutos de silencio.

– ¿Esto que tiene que ver?

–Pues que es un hecho que hacen falta huevos para el desayuno.

–Pues, entonces cuando vuelva de la oficina, paso por la tienda y los compro.

– ¿Qué me asegura que si lo harás?

–Eso es todo, pues ve tu entonces.

–Bien, eso haré.

Salí entonces de la casa y ella se quedó, casi sollozando, supongo que luego de unos minutos se arregló, cogió un poco de dinero y salió en busca de una tienda.

El único problema que tenía el vivir en los cinco puntos, era la escases de una tienda, ya sea en o por los alrededores de la unidad, por lo que a la hora de comprar algo, lo más cercano era un mini mercado que quedaba, precisamente, a una cuadra del elefante blanco.

En el momento en que ella salió, la Sra.Gonzáles subía en compañía de su nieto, se fue sin ser vista por don Carlos y avanzo por la húmeda acera, tal parece que con ganas de pescar un resfriado, pues estaba brisando en el momento. A pocos pasos de la estructura, supongo que atraídos por su belleza, o simplemente guiados por la necesidad, se acercaron dos maleantes en motos y la orillaron contra la acera, el maleante, número uno, al frente de ella, le mostro la pistola que ocultaba en la chaqueta gruesa que tenía.

–Cucha, –exclamo– plata o plomo.

–Muchachos, por favor...

–Señora, –señaló en otro que se encontraba detrás de ella– plata o plomo.

–Oigan a estos...

–Usted se lo buscó, gonorrea –explico el de la pistola, acto seguido, desenfundo y le pegó dos tiros, en el vientre y el corazón, luego de eso, le sacaron todo, dinero, joyas, incluso las llaves y se dieron a la fuga.

Esto fue lo que paso, esto fue culpa mía, por mi orgullo he ira, no encontré consuelo en varias noches, y después de esto, cambie de trabajo, trate de empezar una nueva vida, pero las cosas tan solo empeoraron, para todos, incluso los no involucrados.

Sra.Gonzáles, amigos míos, vecinos, amada inmortal, espero puedan perdonarme ahora que estoy lejos; tarde que temprano nos volveremos a ver.

El elefante blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora