Capítulo 6: "Se me hace tarde" exclama el conejo blanco .

3 0 0
                                    

Ahora entiendo porque te fuiste esa noche, lo sé, soy insoportable...


En el momento me desperté, en frente de mi estaban Paul y Esteban, me percate que estaba en el piso, por lo que me senté y me recosté sobre uno de los lados del sofá.

– ¿Qué paso? –respondí, apenas despertándome por completo de aquel sueño.

–No sé, estabas llorando –explico Paul.

–De seguro fue la pesadilla.

– ¿Eras niño de nuevo, extrañabas a tu mami? –comentó Esteban con tono burlesco.

–Cierra la maldita boca, Esteban. –le respondí poniéndome de pie mientras me tambaleaba un poco ; luego mire a Santiago, quien también se encontraba todavía dormido en el piso, con la boca medio abierta, repartiendo saliva sobre su brazo que le tapaba los ojos –¿Qué hora es? –pegunté luego de unos segundos.

Avancé entonces hasta casi llegar a la cocina, me fijé en el reloj, eran las 7:30, yo entraba a la oficina a eso de las 8:25, y con el tiempo respirándome en la nuca, puse una cara como de espanto y corrí desaborido hasta mi habitación, al llegar a esta, abrí el closet y saque despreocupadamente la ropa y los zapatos, la corbata, todo eso lo tiré sobre la cama y como alma que lleva el diablo me lancé a la ducha, no sin antes ir por mi toalla; una vez listo, me quité la ropa como pude, creo que incluso rasgue un poco la camisa y me metí a bañar, el agua estaba caliente, casi para desplumar pollos, sin inconvenientes acepte la temperatura, igual así me gustaba, ni grandioso ni terrible, pensé. Primero venia el champo, era especial contra la caspa, ya había tenido antes problemas con aquel percance que dejaba molestas costras sobre mi buen cuidado traje, lo aplique con tal fuerza que luego de un rato sentí como mi cabeza ardía de una manera peculiar, luego lo juague sin problemas; lo siguiente era ese jabón que tanto me gustaba con avena, era uno de los pocos con los que mi piel, y en especial ciertas partes no se irritaban, lo frote y frote sobre todo mi cuerpo, especialmente en las axilas, las cuales luego de un rato también ardieron un poco, luego y por las prisas me enjuague como pude; seguido de esto y para finalizar seguía la crema exfoliante para la cara, siempre hay que estar bien aseado, es algo que aprendí desde chico, mi rutina de aseo tenía más elementos, como crema humectante y demás brebajes, pero el tiempo no me permitía más; procedí entonces a aplicarme la crema en el rostro y cuando estaba a punto de terminar, oh fortuna, un poco de esta calló en mi ojo izquierdo, mi alarido de dolor, acompañado de una maldición a mi progenitora, fue tal que Esteban se acercó al baño golpeando la puerta preguntando si me encontraba bien, a lo cual no respondí, supongo que pensé que no tenía tiempo para una de esas charlas de ¿seguro?, por lo que simplemente me enjuague la cara como pude mientras se me pasaba el ardor en el ojo. Salí por fin de la ducha como pude, y en mi andar me percate que se hallaba cierto nerviosismo, seguía pensando en lo que mi subconsciente había proyectado ya en dos ocasiones, vaya mente la que me he conseguido, pensé antes de casi resbalar llegando al lavamanos el cual quedaba a pocos pasos, me sostuve de este pues como pude y luego retome mi posición, con la toalla me seque tan rápido como pude todo el cuerpo y termino medio el cabello, luego de eso me dispuse a buscar mi cepillo de dientes, no sin ates limpiar un poco el espejo que tenía en frente el cual estaba empañado; una vez encontré el utensilio, hice lo debido y me lavé con rapidez los dientes, y cuando me agaché para escupir lo último de espuma que quedaba en mi boca y luego de enjuagarme, me levante deprisa y al ver en el espejo la vi detrás de mí, pegue una especie de salto hacia atrás y me pegue en la espalda, luego de soltar otro alarido, volví a ver en el espejo, esta vez ya no estaba ella y no tan empañado; quedé completamente atónito, por lo que me volteé sorpresivamente hacia la puerta y, como era de esperarse, no había nada, di un largo suspiro y rogué porque estas visiones se fueran de una vez, ya había pasado mucho tiempo desde lo acontecido, así que no quería volver a caer en la fatal melancolía.

Me coloque entonces la toalla en la cintura y salí del baño a toda prisa; al llegar a mi habitación, luego de casi resbalar de nuevo en el pasillo, esta vez debido al temblor de mis piernas debido al susto que sufrí en el baño, pude notar que en la cocina se escuchaban ruidos y aquel peculiar silbido que producía una de las estufas, y, de nuevo, no le di mucha importancia, principalmente porque supuse que se trataba de Esteban y Paul, quienes se tomaron la libertad de preparar desayuno para todos, por lo que me dirigí a buscar la ropa interior, la agarre y me la puse a prisa, ahora que recuerdo, me la puse al revés en ambos sentidos, pero no me percate en su momento; luego me puse la camisa, me abotone solo unos cuantos botones, pensé que no se notaría mucho luego de puesto el chaleco, la corbata la deje para después, en el trasporte, ese era mi plan; luego me coloque el pantalón, a medio cierre y casi sin el botón cerrado; con los zapatos era más fácil, siempre los acomodaba de tal manera que el nudo quedara suelto a la hora de poner y quitar pero ajustado en cuanto empezara a caminar. Avancé de nuevo al baño para peinarme, con la cera, pero recordé que no tenía mucho tiempo y sobretodo que guardaba un poco de esa misma cera que fijaba muy bien el pelo en la oficina, por lo que simplemente organicé un poco mi cabello, por lo que salí sin mayor preocupación del lugar sin apagar la luz, agarré mi maletín, que siempre estaba listo al pie de la puerta, abrí esta y recordé que no tenía las llaves, no pretendía quedarme fuera de mi casa, claro está, por lo que me devolví hasta el comedor y las agarre y las coloque en mi bolsillo derecho, al darme la vuelta, fui sorprendido por Esteban quien tenía una taza de café en las manos.

– ¿No te vas a tomar tu café? –pregunto extendiendo la taza hacia mí.

–Sabes que no tengo tiempo –respondí avanzando de nuevo a la puerta.

–Pero, está recién hecho.

–Bien, –respondí de mala gana, dándome la vuelta y recibiendo la taza– pero será tu culpa si llego tarde –mencione dando un primer gran sorbo.

Mientras daba grandes y ruidosos sorbos a ese café, el cual por cierto estaba verdaderamente bueno, me di la vuelta de nuevo hacia la cocina, estirando un poco lo cabeza para atrás, el espasmo a ver la hora fue tal que todavía recuerdo la manera en la que me atragante haciendo un nudo en la garganta con la bebida, fue tanta la sorpresa que no recuerdo ni la hora que era, tan solo recuerdo que salí corriendo como un verdadero maniaco.

Llegue entonces a toda prisa a la puerta del apartamento donde don Carlos le abría la puerta para entrar a Claudia y su pequeño hijo, vi una buena oportunidad en un momento en el cual se abría una pequeña abertura entre esta gente y la puerta, por lo que aplique una especie de turbo y salí, casi sin lastimar a alguien, pues de igual manera el joven Antonio pegó un pequeño alarido, supongo que al poco tiempo se le pasó el dolor al ver de quien se trataba, pues a mí veloz paso exclamó: ¡Corra, Sr.Julio, corra; usted puede!; y eso fue lo que hice, a toda máquina por casi dos cuadras; corrí, corrí y corrí, y cuando sentí que me explotaría el corazón, seguí corriendo.

Llegué entonces a la calle en la que se coge el bus para ir a la oficina, pero mis sobresaltados ojos vieron como este se alejaba a toda velocidad con gente hasta aferrándose de la puerta, abatido por todo lo acontecido, empecé a lanzar maldiciones a todo el mundo en voz baja; luego de unos segundos, me di la vuelta y recordé que en la cuadra de abajo siempre hay un acopio de taxis, por lo que decidí bajar, pero al enterarme que la calle era más larga de lo que recordaba, saltó a mi mente la idea a de atravesar por en medio al percatarme que me encontraba en frente de ese gran lote en donde se encontraba el elefante blanco, fin temor ya a lo que pudiera pasar,concentrado por las prisas que tenía, avancé hasta el pequeño muro de láminas de metal.

El elefante blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora