Capítulo I: Como si fuera ayer
Cuando era pequeña paseaba por estos pasillos. Despertaba a mis abuelos y los obligaba a levantarse para ir a ordeñar a las vacas, a alimentar a los pollos y sacar frambuesas de las cosechas. Siempre me pareció tranquilo este sitio, sin el ruido de la cuidad, todo tan vivo y refrescante. Recordaba todo como si fuera ayer.
Como si fuera ayer.
Aunque ahora todo era diferente, la casa era más amplia y sofisticada, no pude contar las habitaciones que tenía, pero seguramente eran muchas más que antes.
Mi habitación había cambiado, seguía siendo igual de espaciosa. Ahora estaba más sucia y opaca, pero aún se notaba los tonos rosas. Mi color favorito en ese entonces, y quizás ahora.
-Está un poco abandonada, pero podemos hacerle unos arreglos si quieres. - mi abuela habló a mis espaldas.
-No, esta perfecta así. - Me gustaba, me recordaba mi niñez y era el único recuerdo valioso que me quedaba.
-Te ayudo a hacer la cama. - caminó hacia las sabanas y comenzó a acomodar los cojines.
-No, yo puedo, no te preocupes. -
-No es nada niña. Rosa te ayudara a desempacar tus cosas ¡Rosa! - gritó mi abuela.
-Te llevo las maletas al armario. - comentó mi abuelo entrando a la habitación, con sus manos ya ocupadas.
Hace dos semanas que todo el mundo me venía tratando de esa forma. No estaba invalida, tenía mis piernas y mis manos para ayudar, pero seguramente creían que también había olvidado cómo usarlas. Estaba perdida. Había perdido mis recuerdos, mis vivencias... mi vida. Veía cientos de rostros desconocidos preocupados por mí. Perdí cinco años de memorias ¿Quién me los recuperaría? Por el momento era mejor dejarlos ayudarme, quizás así se sentían útiles. Sin embargo, no dejaría que durara por mucho tiempo. No podía depender de todo el mundo.
-Yo lo hago, señorita, no se preocupe. - una señora, quizás de unos cuarenta años se acercó a mi maleta y comenzó a ordenar la ropa en los estantes. -
-Rosa, no tienes que hacer esto. - le quite suavemente un chaleco de las manos.
-Es mi trabajo, señorita y pues, quiero ayudarla, no es molestia, deme. - Rosa volvió a su labor de ordenar, y ya cansada de provocar discusiones por las constantes ayudas hacia mi persona, la acompañe doblando vestidos.
Estaba de regreso al Pueblo "Las Lunas"
____
Eran las ocho de la noche y la cena ya estaba servida. Nos encontrábamos sentados todos, mis abuelos, mis padres y mi hermana menor, mientras Rosa y María servían la mesa.
A María la recordaba, casi tenía la misma edad de mi abuela, pero estaba mucho más entrada en carne. Recordaba que esa señora había estado trabajando en la familia por años. Había visto crecer a mis padres y a nosotros. Era parte fundamental en la familia.
- ¿Necesitas algo más cariño? Te podremos traer lo que quieras el próximo fin de semana. - mi madre, Florencia, me hablo cariñosa. -
-Por ahora estoy bien, mamá, gracias. - Asintió comprensiva y lanzando esa mirada que empezaba a odiar. Lástima.
-Bueno y ¿Cómo va la compañía? - Quiso saber mi abuelo.
Comenzaron con una cordial conversación, no recordaba que se trataran de una forma tan fría, pero según lo que me habían contado, hace tres años nos mudamos del pueblo. Nueva York fue nuestro destino. Mi padre consiguió un trabajo en una prestigiosa empresa. Cambiamos los caballos por autos, los campos por rascacielos, y todo lo que alguna vez fuimos lo dejamos atrás. Mis abuelos quedaron algo lastimados por el abandono. Aunque eso no me lo hubieran comentado era fácil deducirlo, y en mi condición actual, hasta entendible.
¿Cómo fuimos capaces de dejar esta tranquilidad por dinero? Sin embargo, no podía reclamar nada, estaba en blanco, no recordaba haber hecho las maletas y haber dicho adiós. No recordaba mi vida en Nueva York, no recordaba a mis amigos, ni la escuela, ni la graduación.
Estaba cursando mi segundo año en la universidad, estaba estudiando diseño de vestuario, decían que me encantaba y yo solo pienso que esa antigua yo era muy distinta a la Lucinda que yo conocía, o que creía ser. No me reconocía en boca de otros.
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Amnesia
RomanceCuando pierdes la memoria, todos están dispuestos a ayudar. Pero ¿Por qué nadie quiere hacerlo? O Peor ¿Porqué todos parecen odiarme? Lo único que ahora tengo claro, es que algo realmente malo había hecho, pero ¿¡QUÉ!? Amnesia: Tras un accidente, Lu...