Abrí rápidamente la puerta y me encontré con una enorme espalda cubriendo mi visión. Cuando este se giró, al escuchar el ruido de la puerta, lo reconocí.
- ¡Héctor! - exclamé sorprendida. - ¿Qué haces aquí? -
-La venía a buscar. - dijo normalmente mientras entraba a la sala sin el permiso de nadie.
- ¿Por qué? - Pregunté extrañada, mientras me giraba para mirarlo.
- ¿La fogata? ¿Recuerda? – sonrió.
Caminó por la sala y comenzó a observarla distraído, como si fuera la primera vez que estuviera ahí.Lo seguí, mirandolo confundida.
-Hoy, en la cabalgata la invitamos. – volvió a intentar.
-Lo sé, solo que... no creí que hubiéramos quedado en algo. – Admití. La verdad es que estaba sorprendida de que la invitación hubiera sido tomada en serio. Para mí fue solo un comentario y una invitación vaga. Incluso la había pasado por alto, como pensé que ellos harían después.
-Si no quería ir, me lo hubiera dicho. – Comentó, aun con esa sonrisa. – Pero ya es muy tarde para a repetirse y estoy aquí, así que, no puede negarse, payasita. -
- ¡No! Solo que...- Mi cara debió ponerse roja, pero al ver la de Héctor, sonreí. Era muy simpático, y el venir hasta aquí solo para llevarme a una fogata, lo hacía parecer mucho más agradable. Miré mi vestido inapropiado para salir a estas horas. – Solo iré a ponerme algo más abrigado ¿Podrías esperar unos minutos? –
-Todo lo que necesite, pues.– Y sin más salí disparada a las escaleras.
Me puse unos pantalones de mezclilla y agarré una camisa negra con flores rosas. Unas zapatillas blancas y un abrigo burdeos demasiado elegante para mi gusto. Pero era lo único que tenía por el momento.
Antes de salir, observé mi reflejo en el espejo y aprobé mi vestuario.
Al dirigirme nuevamente con Héctor, escuché como mantenía una conversación con mis abuelos.
-Tienes que cuidarla, muchacho, o tu próximo trabajo en la ascienda será recoger las mugres de las vacas. – Mi abuelo sonó severo, pero al llegar junto a ellos, pude ver una sonrisa en su rostro.
-Por supuesto, patrón. –
***
Cuando Héctor estacionó su camioneta, tras un largo camino de tierra y árboles, pude notar una pequeña luz en medio de la nada. Habían más autos estacionados.
Estábamos en medio del campo. Sin nada de civilización a los alrededores.
-¿Lista? –
-No, pero vamos.- respondí sincera, a lo que Héctor me sonrió divertido.
Nos bajamos juntos, y comenzamos a caminar hacia las personas que rodeaban una mediana fogata. A medida que nos acercábamos al grupo observe a cada persona presente en la "fiesta". Se escuchaba música country desde alguna de las camionetas, pero no de esas para bailar, más bien algo tranquilo, a un volumen moderado.
Me alegré al ver a Marisol entre los asistentes. Hace mucho que no sabía de ella, y cada vez que estaba en su presencia me sentía cómoda. Era la única que me había tratado bien desde el principio. Estaba junto a José, sentados en un tronco, mientras éste estaba sirviendo algo en los vasos que sujetaba Marisol. También estaba Cecilia, junto a un chico de cabellera larga, que no reconocí.
- ¡Señorita, Lucinda! – Exclamó emocionada Marisol, al reconocerme. Caminó hacia a mí, dándome un sorpresivo abrazo. – Que alegría que haya venido por aquí. Qué bonita esta con esas perchas.
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Amnesia
RomanceCuando pierdes la memoria, todos están dispuestos a ayudar. Pero ¿Por qué nadie quiere hacerlo? O Peor ¿Porqué todos parecen odiarme? Lo único que ahora tengo claro, es que algo realmente malo había hecho, pero ¿¡QUÉ!? Amnesia: Tras un accidente, Lu...