Loki siempre ha sido un ser asocial. No le gusta la gente y no quiere que le guste. Es muy sencillo.
Pero lo que no tiene de hablador, lo tiene de observador. Su instantáneo amor platónico por el hombre rubio de escandalosa risa, es una evidente pru...
"Oh, I hope some day I'll make it out of here Even if it takes all night or a hundred years Need a place to hide, but I can't find one near Wanna feel alive, outside I can fight my fear"
Lovely; Billie Eilish.
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Nueva mañana.
Otro vaso roto.
Más maullidos traicioneros.
El bonito hombre trotando con su fiel amigo por todo el parque.
Su libro sin leer.
Ejercicios de estiramiento.
Fin.
Suspiró por enésima vez, frotando las pequeñas ojeras bajo sus ojos con cansancio y pena.
Demonios, si tan solo se dedicara a dormir las horas que debía, no se vería como un maldito zombie. Teniendo en cuenta que su vida social era un desastre, Loki se pasaba las noches mirando series poco populares en Netflix hasta pasadas las dos de la madrugada.
A veces se conformaba con puros documentales de historia o de animales, puesto a que eran informativos y esa era la única forma en que él pensaba utilizar internet.
Eso sin contar que despertaba dos horas antes de lo que debía, solo por mirar al desconocido chorreando sensualidad frente a su edificio.
Esa rutina iba a terminar matándolo.
—Ya me voy. No toques mis plantas, no muerdas mis zapatos y no arañes el sofá. ¿He sido claro?. —La gata solo le miró con los ojos achinados, muy cómoda recostada entre los almohadones de su sofá—. Lo tomaré como un sí.
No era como si le fuese a responder o algo así, la verdad. Pero como había dicho antes; su vida social era una ruina total.
No tenía con quien hablar y eso hacía que olvidara como sonaba su propia voz a veces.
No lo consideraba algo triste, después de todo, ese era el estilo de vida que siempre había deseado llevar.
El de un viejo huraño y cascarrabias.
Solo que no era viejo y aún no llegaba a huraño y cascarrabias del todo. Pero ánimo, ya lo lograría.
Se inundó de lleno a las calles calurosas de Queens e hizo su camino diario al trabajo, pasando por el metro y tomando el bus de siempre.
Al llegar al lugar, se encontró con que su ayudante de turno había llegado antes y le esperaba en la puerta mirando el teléfono desinteresado, esperándole para poder entrar.
El muchacho, al verle, dio un respingo y una sonrisa automática surco por sus labios al verle llegar con su eterno rostro de martirizado.