Si me dan otra oportunidad

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En las noches estaba comenzando a helar, regresaba tan cansada que ni siquiera me cambiaba de ropa. Además no había agua así que no podía asearme. En dos ocasiones sufrí de fuertes calambres al amanecer, mis piernas se congelaban y dolían demasiado.

Ir a buscar agua parecía cada vez más difícil. Los vecinos ya no nos abrían la puerta.

—Tienes que ir diez calles a la derecha. Allí hay una gasolinera, si le coqueteas a los dependientes incluso te dejan tomar una ducha. Pero si quieren otra cosa al menos trae galletas y sodas— me sonrió Clare. Me preguntaba si a ella le agradaba este tipo de vida. O quizás nunca conoció otra cosa.

Conseguí agua, luego de dejar que uno de los estúpidos dependientes me lamiera la oreja. Los demás se rieron de mí y el más alto les dijo dónde es que podían conseguir mujeres como yo en la noche. "Mujeres como yo", pensé con tristeza. Ellos asumen que lo hacemos por gusto. Yo lo hago porque no tengo alternativa. Llevo días buscando la forma de irme, sé que debo conseguir un poco de dinero antes de largarme pero eso significa tener que soportar más hombres. Apenas oscurece tiemblo pensando en lo que me espera si Jake pierde.

Aquella noche estábamos todos en la casa, aún no daban las ocho. Preparé unos emparedados para cenar, antes de salir al bar. Me levanté asustada cuando oí que llamaban a la puerta de forma salvaje. Nuestra habitación estaba en el segundo piso, así que pude oír los gritos y el jaleo que se armó abajo cuando entraron los policías.

—Maldita sea— se levantó Jake y rebuscó entre nuestras cosas, sacó la hierba y algunos paquetes de cocaína, estaba tirándolos por el inodoro cuando rompieron nuestra puerta.

— ¡Policía de Chicago, al suelo!— gritó un hombre enorme. Al instante lo reconocí, él no era policía, era Emmett. Mi amigo de la escuela.

—Ya va jefe, ya va— dijo Jake regresando a la habitación.

Otros cuatro hombres vestidos de policías entraron y detrás de ellos venía Edward. Me quedé pasmada mirándolo, no sabía qué hacer, ni que decir. Refrené las ganas de echarme a llorar a sus brazos.

No tenía idea porqué estaba aquí, ni que quería con policías falsos.

—Este antro está lleno de ratas— escupió Emmett. – ¡Jasper! Llévese abajo a esta sabandija vamos a registrar toda la casa, que no escape nadie— volvió a gritar.

Quería morir de vergüenza, allí también estaba el hermano menor de Edward. A los otros no los conocía.

Apenas Jake salió de la habitación, Edward se acercó a mí con uno de los policías que parecía auténtico.

—Señora Isabella, debe volver a su casa por voluntad propia o la llevaremos detenida— me advirtió. Me mostró una carpeta dónde había un papel oficial. –Abandono de hogar y de niños, es algo muy grave. No la dejaremos aquí, usted elige… su casa o la cárcel— me miró duramente.

—Yo… quiero ir a casa— algunas lágrimas se me escaparon.

—Muy bien. Firme aquí, lo siento es una garantía por si se vuelve a escapar. Usted perdería todos los derechos sobre sus hijos— dijo. No discutí para nada y estampé mi firma. Los miré sorprendida nuevamente

Entonces, Edward me tendió la mano. Lo miré a los ojos, total y absolutamente arrepentida de mis actos. Abandonar mi hogar fue como un suicidio para mí. Quizás las emociones primeras de esta aventura me hicieron pensar que hacía bien, pero aquel infierno que viví me hizo entender que no hay mejor lugar en el mundo que al lado de mi familia. Y ahora, él me ofrecía una nueva oportunidad… o eso parecía.

Mi mano tocó la suya y me sentí segura nuevamente, ya no tenía miedo. Él se volvió hacia los uniformados.

—Amigos, sólo quiero pedirles que lo ocurrido en estos últimos días quede en el olvido. Sobre todo esta noche, he recuperado a mi esposa y no quiero ningún tipo de murmuraciones cuando regresemos a Forks, ni de parte de sus mujeres o de sus hermanas— miró a Jasper y a Emmett a modo de advertencia.

EXPIACIÓN -Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora