Cinismo

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Historia basada en los crímenes de Yiya Murano 

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Historia basada en los crímenes de Yiya Murano 

No pude evitar ver el montón de papeles en mi escritorio con repudio. Mi <<queridísimo>>compañero los había dejado caer sobre él. Lo que me dolía de mi trabajo eran estos malditos reportes que había que llenar cada vez. Si habíamos llegado a una conclusión debía reportarlo, si no llegamos a nada, también.

—Soy un oficial, no una secretaría —dije a nadie en particular y sin más empecé a llenar los reportes.

Había comenzado mi carrera apenas una semana atrás. Antes de empezar creí que esos cuatro años de esfuerzo habrían valido la pena, que por fin me convertiría en un gran colaborador en el departamento de investigación como tanto había anhelado desde que era niño.

Pero las cosas nunca son como las imaginas, no solo no pude hacer lo que quería, si no que en mi equipo, yo siendo el nuevo, me dejaban todo aquello que requiriera tratar con documentos para ganar <<experiencia>>. Y aunque era verdad, no dejaba de ser tedioso.

Ese día en particular era bastante aburrido. Lo único que nos mantenía ocupados era revisar la información que llegaba de vez en cuando por homicidios, pero estos no eran asuntos cotidianos, algunos resultaban de ataques por la ira e incluso tuvimos un caso que fue por infidelidad también.

Pero todo se resolvía rápidamente. No había misterio, no había incógnitas. Quien era el culpable era tan claro como el agua y estos culpables ni siquiera hacían un buen trabajo para ocultar sus huellas, algunos ni siquiera lo intentaban. No era nada como había imaginado.

—Ya que estas tan aburrido ¿Por qué no vas y atiendes a alguien? —dijo el mayor de mis compañeros después de verme tan disgustado.

—¿De qué se trata?

Él no me quiso contestar. Dijo que sería más interesante si solo iba. Él acostumbraba a hacer eso desde que dije que en realidad yo quería resolver grandes conspiraciones y delitos, no solamente llegar a conclusiones obvias. A estas alturas ya lo sentía como una burla.

Dejé de lado los papeles y me preparé para lo que venía.

Me pidieron que tomara la declaración de una joven. Ella se llamaba Diana María Venturini, quien nos contactó porque creía firmemente que su madre había sido asesinada. Personas como esas no nos faltaban, pero el protocolo decía que siempre había que tomarlo enserio.

—¿Como murió ella? —pregunté listo para anotar todo.

—No estoy segura. No estuve ahí, solo la alcancé en el hospital. Pero los vecinos sí vieron todo.

—¿Y qué vieron?

—El portero me dijo que escucharon cuando ella cayó de las escaleras y estaba asfixiándose. Luego llamarón a la ambulancia.

—¿Que dijo el doctor?

—Que había muerto por un paro al corazón. Pero no lo creo.

No me sorprendía entonces que no se investigara. Nadie de mi departamento lo haría y mucho menos por alguien que murió de muerte natural.

Gélida Crueldad - Cuentos de crímenes realesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora